Domingo 15 de Abril de 2018 – Sala Salamandra – L’Hospitalet – Barcelona
Hace ya un buen puñado de años, nueve concretamente si exceptuamos su participación en la pasada edición del Leyendas del Rock, que los británicos MAGNUM no vienen de gira por nuestro país. Eso explicaría la excelente entrada que prácticamente acabaría llenando la sala Salamandra catalana. Bueno, eso, y que venían con un gran disco como “Lost on the Road to Eternity” bajo el brazo, su vigésimo trabajo de estudio con cuatro décadas de historia a las espaldas.
Lo primero que me llamó la atención fue ver a tan distintas generaciones de seguidores esperando impacientes la actuación de la banda, entre los que se encontraban una cantidad considerable de compatriotas suyos, lo que demuestra que el Rock no está muerto, como muchos quieren afirmar. Ni mucho menos. Eso sí, eché de menos la presencia de algún telonero que calentara el ambiente y que, por ejemplo, sirviera de oportunidad para algún grupo local de compartir escenario con unas leyendas. Lástima.
Pero vamos a lo que nos ocupa, y es el excelente show que se marcaron MAGNUM en toda una lección de Rock melódico, de indudable calidad y elegancia, que demuestra que la edad no es más que un numero. Y sino que se lo digan a Bob Catley, que a sus setenta añazos ahí está el tío al pie del cañón, en un estado de forma vocal que más le gustaría a uno. Cierto es que su tono agudo pero rasgado juega a su favor, pero señores, al César lo que es del César.
El sonido de teclado de un constantemente sonriente Rick Benton anunciaban la llegada de “When We Were Younger”, cuyo estribillo levantaría el cántico al unísono de un público entregado de inicio a fin. “Sacred Blood “Divine” Lies” sería la siguiente de la lista antes de realizar la primera parada en su nueva obra con el tema que le da título, “Lost on the Road to Eternity”, a la que tan solo le faltaría la presencia de Tobias Sammet para ser perfecta. Poco le tendría que envidiar la pausada aunque densa “Crazy Old Mothers”.
Si la elegancia se puede definir en forma de canción os puede asegurar que “Without Love” sería un gran ejemplo de ello, con Catley levantando a la gente durante su estribillo en cuyos rostros se podía apreciar una inequívoca prueba de felicidad, y es que el quinteto inglés no estaba dispuesto a que nuestros sueños murieran. Exacto, llegaba el turno de “Your Dreams Won’t Die”. Tony Clarkin sacó a relucir la vena más rockera de la banda con “Peaches and Cream”, marcando la vuelta a su presente más inmediato, con una puesta en escena estática y sobria, pero derrochando calidad en cada acorde y cada punteo de guitarra. Y de repente “How Far Jerusalem” y “Les Morts Dansant” nos llevarían de la mano a aquella irrepetible década de los ochenta, en la que muchos de los que allí se encontraban ni siquiera habían nacido, para recuperar ese maravilloso “On a Storyteller’s Night”.
Con “Show Me Your Hands” volvimos a viajar en esa capsula del tiempo en la que se sustenta la magia de la música, devolviéndonos a nuestro presente. Un destello fugaz que se colaría entre medias de grandes clásicos como “All England’s Eyes” o la indispensable “Vigilante”, que traería consigo uno de los momentos más celebrados de la noche. Y no era para menos. A todo esto, la dupla rítmica formada por un muy activo Al Barrow al bajo y coros, que no paraba de moverse e interactuar con sus compañeros de escenario, y por un Lee Morris prácticamente escondido tras una enorme batería que apenas nos dejaba entrever al músico. Aún habría tiempo para más, con “Don’t Wake the Lion (Too Old to Die Young)” marcando el inevitable bis de la velada.
Y llegó el momento de ir preparando el final del recital, con la preciosa “The Spirit”, de pausado inicio e increscendo clímax, con un estribillo glorioso y con Catley y Clarkin haciendo gala de su talento y experiencia, volcándolas sobre la audiencia y creando un circulo vicioso entre ambos, público y músicos, del que era difícil salir. ¡Bendito círculo! Y aún habría tiempo para una pieza más, para un clásico más, y es que si algún día el mundo se viene abajo, algo que no sería muy de extrañar tal y como vamos hoy en día, por favor, que sea con “When the World Comes Down” sonando de fondo. Creo, y me consta, que alguna tímida lagrima se le escapó a más de uno. Y es que el ser humano no está hecho para las despedidas.
Pocas bandas, y pocos músicos, pueden presumir de la honestidad y la delicadeza musical de la que gozan MAGNUM por mucho que pasen los años, que pasan para todos, y que, lejos de vivir de las rentas y de sus grandes éxitos, no han parado de sacar discos y de apostar por ellos en directo desde que volvieran a la acción con la entrada del nuevo milenio. ¿Cuántas leyendas pueden presumir de algo así en el mundo del Rock actual? Así pues, solo me queda que dar las gracias y acompañarles en su camino hacia la eternidad.
Texto y fotos: Lluís “DiMu” García (Estribillo Pegadizo)
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Que grandes son! A Clarkin y Catley habría que hacerles un monumento.
Cambiaron la Sala tres días antes. Hubo gente que no se enteró a tiempo…