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Sábado 15 de Noviembre de 2008 – Mislata – Valencia
«La actuación me hace vibrar, y el escenario es un volcán, que brama con sonido atronador.»
Con esta frase de «Siempre estas allí» ponían fin a una actuación memorable, y con la misma comenzamos la crónica de una noche mágica que a muchos hizo transportarse a tiempos pasados en los que eran habituales los pabellones llenos coreando cada uno de los temas de los hermanos de Castro.
Como en las películas de Tarantino, comenzamos la historia por el final, porque solo así es posible comprender lo que vivimos anoche. Sin duda una gran lección para quienes piensan que Barón Rojo no tiene ya nada que ofrecer.
La propuesta no es novedosa, pero hicieron gala de su buen hacer, para que no fuera una más.
En torno a las 11 de la noche se apagaban las luces del pabellón polideportivo de «La Canaleta», en Mislata, que desde bien temprano colgaba el cartel de «No hay localidades» en sus puertas. La respuesta del público había sido abrumadora. El concierto había suscitado especial interés, más del que últimamente viene creando la banda. Pero la ocasión era especial.
Comenzaba a sonar la banda municipal que aprovechaban la ocasión para conmemorar su primer centenario. Tras una prolongada introducción sinfónica con algunos toques de charanga, que he de reconocer que inicialmente me dio mal palpitar, subían al escenario, en medio de una calurosa bienvenida, los hermanos de Castro acompañados por Rafa y Gorka, miembros recientemente incorporados a la formación, quienes tuvieron que prepararse en un tiempo record todos los temas.
El Rock iba a comenzar, era más que evidente en el mismo momento en el que Andrés Valero, director de la banda, se quitaba la chaqueta luciendo un gran brazalete de pinchos, mas propio de Robert Halford, que de un director de orquesta, aunque la ocasión lo merecía, ya que esta noche iba a hacer sonar las campanas del infierno.
La propuesta de Valero y los hermanos de Castro, resultó mas que interesante, ya que supieron mantener el equilibro justo para no empalagar. La orquesta cumplió perfectamente su papel, llenando de énfasis los temas mas fuertes de la banda, sin quitarles así la mas minima pizca de fuerza.
Esta era la noche del metal, el metal pesado hermanado con el metal ligero de la orquesta. Armonía de la que se contagio el público presente, entre el que pude observar caras de autentica emoción, rememorando tiempos pasados, que sin duda fueron mejores.
Pudimos disfrutar de un amplio repertorio repleto de los temas clásicos de la banda, mezclado con algunas de sus ultimas composiciones, estas ultimas menos aclamadas por el respetable, pero no por eso menos valoradas.
El disfrute no fue solo del publico, quedo patente, y muchas fotos lo demuestran, que encima del escenario estaban pasándolo, probablemente, aun mejor que los que quedábamos a su frente, llegando incluso a perderse, por supuesto para bien, la sobriedad que representa una orquesta sinfónica, que no solo se entrego musicalmente, sino que participo de forma activa en la fiesta.
Temas como Baron Rojo, Resistire, Hijos de Cain, incluso guiños a bandas como Deep Purple, Ted Nugent, AC/DC, The Police hicieron las delicias de los presentes, hasta el mismo Armando de Castro confesó estar perdiendo el sentido. Similares opiniones pude recoger entre los asistente, con los que pude intercambiar impresiones, y ninguna de ellas dejaba en mal lugar el trabajo de los Barones.
Pero como todo tiene un final, esta noche no iba a ser menos y tras un pequeño descanso la banda nos ofreció una pieza clásica del mismísimo Beethoven, introduciendo por supuesto la adaptación de los Hermanos de Castro, que dio pie al principio del fin. No sin antes agradecernos la asistencia como ellos saben hacer, en forma del clasico «Siempre estas alli», con el que empecé este relato y con el que puso fin a una noche de rock, como hacia años que no se vivía. Aunque aun nos aguardaba una pequeña sorpresa. A petición de los instrumentistas de la orquesta sinfónica pudimos disfrutar de un bis de excepción. Los Barones se marcaron todo un clásico, Czardas de V. Monti, que pudieron tocar a duras penas, ya que las tablas fueron invadidas por todos los concertistas, que aprovecharon a saltar y bailar, dejando salir toda la emoción que tuvieron que contenerse durante su trabajo.
El balance claramente positivo, satisfacción plena entre los asistentes que no vieron defraudadas sus ilusiones. Ahora solo nos queda esperar el lanzamiento del bendito DVD que un servidor perderá el culo en conseguir, en el mismo momento que vea la luz.
Texto y fotos: Jorge Pérez Balseiro
Para ver las fotos a mayor tamaño, pinchar sobre ellas.