Aunque el disco salió a la venta antes del verano, permitirme recuperar ahora la crítica del mismo, aprovechando que nos visitan a finales del mes de noviembre (tras su conciertazo en el Azkena 2009, donde era la primera vez que les veía en directo y lo cierto es que me encantaron). Además, me resulta muy curioso estar hablando en los últimos meses de excelentes tiempos actuales para bandas tan veteranas como LYNYRD SKYNYRD, URIAH HEEP, Y&T, ALICE COOPER o los propios MOLLY HATCHET, cada una en su estilo, y además, es curioso que en este plagado mes de noviembre que llega nos visitan todos ellos (con excepción de los primeros, que hace muchos, muchos años que no vienen a Europa).
En el disco, el primero desde «Warriors of the Rainbow bridge» de 2005 , nos vuelven a ofrecer una nueva muestra más de su característico rock sureño pero con esos dejes de hard rock e incluso casi de heavy metal (posiblemente la banda del estilo que más se le acerca, seguramente por el punto de la guitarra melódica y muy clásica de su líder desde hace muchos años, Bobby Ingram, que siempre fue santo y seña del grupo) que los hacen inconfundibles. Así, los de Jacksonville (Florida) nos facturan un trabajo más que digno después de 32 años de carrera, manteniendo intactas todas sus señas de identidad, sonando de maravilla (perfecta la producción a medias entre el reputado Tommy Newton y el propio Ingram), y demostrando que no todas las leyendas tienen que vivir porque sí sólo de su glorioso pasado y editar discos mediocres por inercia sólo para seguir girando y alimentando la gallina de los huevos de oro. Y como tal, me encanta ver a MOLLY HATCHET, una banda que no olvidemos que a finales de los 70 y principios de los 80 llenaba estadios y pabellones, ofreciendo un discazo de impresión en 2010 y de repente viniendo a tocar a nuestro país en salas muy pequeñas con toda la humildad del mundo como si fueran unos recién llegados. Les aplaudo de corazón por ello, ¡eso es ser un rockero de verdad!
Volviendo a «Justice» en sí, y al igual que comenté en su momento al hablar del último disco de LYNYRD SKYNYRD, nunca he seguido demasiado la carrera de esta banda, por mucho que me fliparan (como a todos supongo) sus portadas vikingas, sello inconfundible de MOLLY HATCHET desde siempre y que, por cierto, de nuevo vuelven a incluir en el álbum (o es una de las últimas que pintó el recientemente fallecido Frank Frazzeta, o se trata de un dibujo anterior). Por otro lado, quizás no soy el más indicado para comparar el álbum con sus trabajos más reputados como «Flirtin´ with disaster», «Beatin´the odds» o «No guts no glory», pero lo que es un hecho es que si te gustan éstos, el último te encantará porque tiene un poco de todo lo que ha hecho a MOLLY HATCHET una banda histórica: las melodías inconfundibles de Bobby Ingram, los riffs roqueros marca de la casa De David Hlubek (único miembro original que queda en el grupo, y eso que estuvo casi 20 años fuera hasta que volvió en 2005), esa voz aguardentosa totalmente sureña pero con mucho rollo de Phil McCormack (que ya llevo 16 años en la banda), varios temas largos pero con mucha chispa, un sonido totalmente clásico y una personalidad de viejos roqueros con aliento a añejo bourbon sureño que impregna todo el disco.
Es imposible no moverse al ritmo de «Been to heaven, been to hell» (rock sureño marca de la casa), con la impresionante «Safe is my skin» (puro hard rock de la mejor calidad) o la guitarrera «Vengeance», a la par que emocionarse con dos temazos más lentos como son «Fly on wings on angels» (dedicado a una niña asesinada y que tiene un rollo increíble pero a sus 8 minutos, con excelente trabajo de teclado, por cierto) o «As heaven is forever» (un medio tiempo de vieja escuela que deja muy buen sabor de boca), o quitarse el sombrero ante los que para mí son los dos mejores temas del disco: «I´m gonna live´til die» (que te deja con la boca abierta del primero al último de sus más de 8 minutos, con unas melodías que te llegan al alma en la onda de su clásico «Fall of the peacemakers»), o el extenso corte homónimo, «Justice», que es toda una lección de cómo hacer un tema de rock sureño, puro sentimiento musical y con un final instrumental que se debería enseñar en las escuelas.
En definitiva, autenticidad, corazón, tablas y estilo único, vaya, para un disco que me ha sorprendido muy gratamente y es que ya digo que es maravilloso descubrir que la mayoría de viejas glorias siguen aquí (y aún avanzando) con la máxima dignidad posible, sin arrastrarse y sin manchar el legendario nombre que ya se intuye en la carpeta desde lejos. Es, suena y transmite MOLLY HATCHET por los cuatro costados… De hecho, el propio líder de la banda ha definido el disco como «Southern rock ain’t no fake or hype!«, ¿es necesario añadir algo más? ¡Muy bien!
David Esquitino (david_esquitino@rafabasa.com)
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