Hay veces que crees que nada te va a sorprender, que piensas
que todo está hecho y no queda nada por descubrir e innovar. Lo bueno
de tener épocas de estas es que cuando algo nuevo aparece te llama muchísimo
la atención, y tu actitud crítica para con ese producto siempre
tendrá un cierto sabor más dulzón, debido a la sorpresa.
Eso es lo que ha ocurrido con el álbum debut «A
quatrain for the Damned» de los griegos SHADOWS DANCE. Recuerdo que cuando
el señor David Esquitino, amigo, socio y compañero, me dio este
disco para que lo criticase me dijo…»Es una mierda, una auténtica
paranoia, pero a ti te va a molar». Estuvo en lo cierto.
SHADOWS DANCE, tras publicar tres demos y que las tres alcanzasen
el puesto de «Demo del mes» en los medios pertinentes de su país,
lo forman tres jovencísimos muchachos y un montón de colaboradores.
El disco está dividido en dos partes producidas por personas diferentes
y en lugares diferentes, para luego ser remasterizado en un lugar totalmente
distinto de los dos anteriores. La primera es un arriesgado proyecto totalmente
innovador, donde las melodías propias del metal gótico bailan
descaradamente con aderezos del Black más melódico, orquestas
corales a lo Therion y ritmos electrónicos que te tumban de la silla
por la brusquedad de sus apariciones. La segunda se asienta en un estilo más
definido, cercano al Doom en las partes vocales pero de claras reminiscencias
Gótico-metaleras en las instrumentales.
El grupo está formado por Sahmor Naar en las voces, Bill al bajo y Dimi
a las guitarras. La voz femenina, gran protagonista en ambas partes, no proviene
de la misma fémina, si bien sus registros son muy similares entre sí.
Para las dos primeras canciones SHADOWS DANCE cuenta con la voz de Kinthia,
del grupo Astarte mientras que para el resto del disco la voz corre a cargo
de Georgia Kostantinou. Otras colaboraciones vienen dadas tanto por la parte
coral como por la parte instrumental; violines, violas, pianos, tenores y sopranos
se mezclan de una manera más que agresiva en los cuatro primeros cortes
del disco, configurando una música muy barroca y algo desconcertante.
«A Quatrain For the Damned» comienza con la extravagante
«Licking the Limbs of Abyss». Este es el corte más raro e
innovador de todos, el que te engancha de manera obsesiva para que escuches
el disco de principio a fin, con todos tus sentidos volcados en la audición.
«Last Kiss», la segunda canción, podría funcionar
perfectamente como single para este disco. Es un tema con mucho feeling, aderezado
con aquello que configurará la recta final del disco combinándolo
con la onda que llevaban en su primera canción. «Until the young
whore sings», aparte de poseer una letra simplona, pero muy bonita, es
el tema más agresivo del disco. Los ritmos de las guitarras y la voz
de Sahmor Naar, coquetean con el Black más melódico, ofreciéndonos
un espectro totalmente nuevo en la música de SHADOWS DANCE. La canción
a su media duración cambia totalmente de rollo para dar protagonismo
a una parte coral que será la protagonista del siguiente corte, «Dance
in the Storm», digna heredera de Therion en sus mejores tiempos.
Los tres temas restantes corresponden a los nombres de «Swathe
me Into Illusions», «My Christ was Dark» y «Her Cruel
Masque». Todos ellos tienen ya mucho en común, formando la segunda
parte del disco que antes mencioné. Pasamos a una voz mucho más
depresiva y grave, acompañada de otra femenina, con una composición
mucho menos compleja basada en la alternancia vocal y los sugerentes ritmos
propios del metal gótico.
Por tanto y para concluir, felicitar a SHADOWS DANCE por este
debut, por su arriesgada concepción de la música y por esa apertura
de mente que parece tener, al menos, el principal compositor de la banda. Desde
aquí deseamos que maduren lo que tienen que madurar y podamos aclamarles
como uno de los estandartes del metal oscuro helénico en un futuro no
muy lejano. Pero para eso aun les quedan un par de disquitos.
Daniel Pastor
daniel_pastor@rafabasa.com
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