+ INGLORIOUS
Lunes 8 de Febrero de 2016 – Sala KafeAntzokia – Bilbao
Esta vez publicamos dos crónicas, las escritas por nuestro fieles colaboradores Unai Endemaño y Antonio Refoyo. Las fotos las hizo el incombustible Juan Ramón Felipe. ¡¡Gracias a los tres!!
Antes de escribir una sola línea sobre el bolo que se marcaron los WINERY DOGS el pasado ocho de febrero en el Antzoki, he de confesar que nunca he seguido en demasía la carrera de estos perros súper capacitados, controlándoles desde la distancia en lo que iban desarrollando su constatado talento, pero sin detenerme en exceso sobre las ideas que proponían, asumiendo supongo, la maestría absoluta como instrumentistas, antes de reparar en el valor real que contenían las piezas que iban dejando grabadas.
Después de contemplarlos como una única entidad, como una sola fuerza de la naturaleza actuando al tiempo, reconozco que han conseguido que disfrute por fin de sus pulidas piezas de Rock Americano. Han logrado que conecte con su atroz virtuosismo, sin que sus esfuerzos me resulten vacíos, pudiendo ver lo bien que casaba cada una de sus virguerías, dentro de las canciones que pretendían contarme.
Previamente a la sólida demostración que llevarían a cabo los perros, y que ya he adelantado escuetamente, una joven banda llamada INGLORIOUS dispondría de unos cuantos minutos para presentar frente a un Antzoki repleto, su eficiente manera de entender el Hard Rock británico. Sin tan siquiera un álbum en el mercado que defender, la banda en la que muchos parecen ver el «futuro del Rock Ingles», haría las delicias de un público eminentemente clásico.
La propuesta de estas jóvenes promesas, resultaría un disfrute absoluto para cualquier aficionado a la saga PURPLE, con unas suaves melodías que podrían haber firmado los WHITESNAKE de finales de los setenta y un cantante que parecía la versión remozada de Doogie White. Conseguiría que su potente chorro de voz, acabase siendo lo más comentado al término de la actuación, dando la razón a los que afirmaban, lo poco que le falto hace unos meses para llegar a entrar en la nueva formación de RAINBOW.
De la banda del arcoíris, sin ir más lejos, se marcarían los INGLORIOUS una fenomenal versión del «I Surrender», constatando el gigantesco respeto que procesan hacía el maestro Blackmore. Tanto respeto y admiración, que incluso lanzarían una segunda versión del maestro guitarrista sobre el Antzoki, recordando aquel lejano «Lay Down Stay Down», que los PURPLE dejaron grabado en el inolvidable Burn, hace un porrón de años ya.
Tendrían tiempo para presentar como es debido su álbum debut que verá la luz el diecinueve de Febrero, y demostrar lo rodados que llevan los temas que lo compondrán. Su propuesta es elemental y poco sorprendente, pero esta admirablemente bien diseñada, tratando de devolver al Rock Británico, el filo que presentaba hace unas cuantas décadas. Glorioso teloneo.
Tras una espera que se nos hizo demasiado larga a más de uno, saltarían sobre las tablas bilbaínas los tres señores músicos que actúan bajo la bandera de los perros bodegueros. Comenzarían imperiales con «Oblivion» introduciéndonos en lo que nos aguardaba, ejecutando virguerías con sus instrumentos, como quien se ata los cordones de su zapatilla. La suficiencia con la que se emplearían ya desde el inicio, sería la tónica absoluta del evento.
«Captain Love» y «We Are One» nos mostrarían a continuación, todo el empaque que son capaces de aunar los WINERY, clavando cada mínimo detalle que tenían a bien ejecutar, y recordándonos sobre todo en la segunda, los lustrosos aires a MR BIG que tienden a emplear en gran parte de su repertorio. Rock americano de primera al que se le ha inyectado una alta dosis de virtuosismo, pero que no deja de apoyarse sobre los origineses.
La funky «Hot Streak» proseguiría la marcha, aumentando un poco más la conexión entre público y banda, al tiempo que el ritmo rebotaba sobre nuestras espaldas y allanando el camino para que «How Long», volviese a dibujarnos la bendita estampa de los de Eric Martin, con esos coros marca de la casa, que el señor Sheehan clava como pocos, y esas bases de bajo atropellando todo lo que salía a su paso.
Los tiempos se tornarían densos con «Time Machine» bajando el ritmo en función de su sinuosa cadencia, con el sonido del bajo aplastando un poquito más de lo necesario, y dejándonos ir cómodamente por la vía muerta que nos señalaba «Empire». Llegados hasta este punto, las filigranas imposibles que los músicos iban marcándose, ya ni siquiera nos parecían extraterrestres, más que nada por la facilidad con la que se les veía ejecutarlas.
Era el momento para que el bolo cambiase de tercio, cogiese aire con la deliciosa «Fire» y permitiese a Richi Kotzen demostrar lo fenomenal cantante que es. Un músico que comenzó su carrera muy joven con POISON, y que a día de hoy, a uno le cuesta horrores imaginárselo en semejante circo, dada la excelencia que destila. Su interpretación en acústico y con todo el escenario a sus espaldas, sería de lo más bonito que nos acabaríamos llevando para casa.
No menos elegante resultaría «Think it Over» con Kotzen sentándose a las teclas, y poniendo su garganta a trabajar de lo lindo. Perfecto medio tiempo y sabia manera de reconducir otra vez la velocidad que se había esfumado con la balada de rigor. Terminaríamos maravillados con la demostración onanista del amigo Portnoy sobre su batera. Un solo breve para lo que podía haber sido, pero que dejo muestras suficientes como para que tuviéramos que frotarnos los ojos en un par de ocasiones al menos.
El solo de Sheehan sería bastante más alargado, aunque también bastante más espectacular, con el rubio bajista haciendo absolutamente de todo con sus cuatro cuerdas, rizando el rizo de los tappings imposibles y arpegiando a ritmos absurdamente elevados. A mí por lo menos, me dejaría con el culo torcido la demostración de técnica absoluta, y es que por muchas veces que se haya visto a este músico sobre un escenario, nunca deja de resultar sorprendente lo que es capaz de sacar de su alargado instrumento.
El bolo metería la quinta marcha entonces hacía el tramo final inevitable, a lomos de un emocionante «Ghost Town» y de un coreado «I m No Angel», corte este último en el que la audiencia conectaría especialmente con los perros musiqueros, y pondría voz a gran parte de los fraseos centrales. Remataría la parte central con la contundencia que requería «Elevate», otro corte que MR. BIG hubieran firmado de mil amores hace un par de décadas.
Volverían sin entretenerse en demasía, ya que aquello era un lunes y todos sabíamos que restaban un par de puntillas con las que irnos a casa entonados. La primera sería «Regret», regresando Kotzen al teclado, para terminar punteando de manera salvaje su guitarra y concluir marcándose otro de los momentos estrellas de la velada, y por último «Desire» a modo de himno de la banda, con todo el «flow» que son capaces de desprender estos musicazos. Terminarían en medio de una cerrada ovación, saludando triunfales y prometiendo regresar en vista de lo bien que lo habían pasado. Sin duda que cumplirán su promesa.
Texto: Unai Endemaño (facebook.com/unai.endemano)
Fotos: Juan Ramon Felipe Mateo (www.musifota.com)
Tres de los mejores en lo suyo han conseguido formar una auténtica banda donde los egos, lejos de chocar, han confluido para dejarnos dos trabajos de un gran nivel musical, como cabía esperar; pero además han sido capaces de dejarnos unas cancionesaccesibles para los oídos del público hard rockero más exquisito. THE WINERY DOGS visitaban por primera vez la capital vizcaína para presentar su homónimo disco y su segunda obra «Hot Streak», editada hace tan solo unos meses para sumar 13 nuevas composiciones que ya les dan un repertorio propio considerable a la banda. Y hablo de banda y no de proyecto porquela continuidad en la edición de sus primerosdiscos, el hacer esta gira que lestrajo por nuestros escenarios y la química que se respira por parte delos músicos nos hace ver a THE WINERY DOGS como algo más que un proyecto paralelo de músicos acostumbrados a estar embarcados en mil aventuras a la vez.
No es de extrañar ante el nivel musical asegurado que un lunes a la noche el Antzoki registrara una tremenda entrada, con un público que independientemente de la edad se apresuró a posicionarse impacientelo más cerca del escenario para no perder detalle.
Todos esos que llegaron a primera hora tuvieron el premio de ver a unos teloneros que a pesar de no haber editadosiquiera aun su primer disco resultaron todo un lujo. El 19 de febrero se edita a través del sello Frontiers un debut que, a tenor de lo exhibido en este concierto, bien merece ese apoyo de un sello de campanillas. INGLORIOUS está liderado por el vocalista Nathan James, quien siendo un vocalista aun de nombre modesto para la mayoría cuenta en su curriculum con su trabajo en TRANS SIBERIAN ORCHESTRA y con Uli Jon Roth.
La banda británica surge con la vocación de mantener vivo el espíritu de los pioneros del hard rock de los 70 y 80. Las versiones de «I Surrender» de RAINBOW y de «Lay Down Stay Down» de DEEP PURPLE dejan clara su escuela. Y por los movimientosy gran registro del propio Nathan, y aunque de estos no se marcaran nada, queda claro la influencia de David Coverdale y sus WHITESNAKE. No salen de esa línea, pero de la brillantez de sus músicos sale un hard rock de primer nivel, irresistible para cualquiera que deguste esos sonidos clásicos.
En esa primera obra irán temas como «Until I Die»,que ya dejó claras las cosas desde el inicio ante un público que ya comenzaba a alucinar con la banda, como lo siguióhaciendo con temas como «Breakaway» o «High Flying Gypsy». No podía faltar una balada como fue «Bleed For You», aunque llegarían temas más explosivos, caso de «Warning» y «You´re Mine». Llegan a tocar el blues en «Holy Water», último momento de cierto relax ya que el final sería nuevamente de lo más hard r kcero con «Girl Got A Gun» y «Unaware».
Pese al listón tan alto que colocaban los que llegarían después, no creo que ninguno de los presentes dejara de resultar impresionado por un grupo destinado a portar la reavivada llama del hard rock británico tradicional. INGLORIOUS mostró categoría para llevar adelante esta empresa por nivel musical y tablas. Después de esta gira y con el debut a punto de editarse dejarán de ser unos desconocidos para posicionarse entre una de las nuevas preferencias de los amantes del hard rock melódico sin ninguna duda.
Lo que venía ahora ya cabe solo catalogarlo como fuera de categoría. Podemos hablar del pasado y el legado que los tres músicos que aparecían sobre lastablas han dejado, pero sería repetir lo que seguramente muchos ya sabéis, mencionado en cada crítica de sus discos, ytenéis al alcance de un simple clicvisitando la biografía de cada uno. Pero es que ahora mismo con THE WINERY DOGS Billy Sheehan, Mike Portnoy y Richie Kotzen miran al presente y al futuro. Lejos están éstos de aquellos que con trayectoriascomo las suyas se ven obligados a tirar de clásicos por la falta de calado de sus nuevos proyectos. Han dejado en dos discos materialsuficientemente valioso como para defenderlo como hicieron esta noche y que el recinto enfervoreciera por el efecto de estas grandes canciones de nueva factura en manos de músicos tan magistrales que parecen infalibles.
Fue una hora y media que nos alejó de la realidad para centrarnos en el mundo de maravillas sonoras propuestas por este trío. Defendieron de unamanera bastante equilibradasus dos trabajos discográficos, haciendo un repaso a los temasincluidos en los mismos que sonaron en directo de una menara totalmente fiel a lo ofrecido en estudio, pero con el condimento de efervescencia de una actuación en vivo. Además el sonido fue nítido y fuerte para que pudiéramos apreciar sin dificultad cómo se entrelazaban bajo, guitarra y batería en una coctelera que han conseguido ofrecer de manera muy ordenada pese al ajetreo al que someten estos hombres a sus instrumentos. Capítulo aparte voy a dejar para la voz de Richie Kotzen que si como guitarrista es un as creo que como cantante no se queda en ningún sentido atrás, capaz de alcanzarunos registrosincreíbles que exploran desde tesituras negras de blues hasta las melodías más limpias del hard rock con una sencillez y naturalidad asombrosa. Este se arropaba con un curioso trabajo vocal de Sheehan y Portnoy, que no se despistan para nada de su instrumento pese a compaginarlo con esta laborvocal perfectamente empastada en el estilo de THE WINERY DOGS.
El trío de ases ha sido capaz de confeccionar unas canciones técnicamentesuculentas para los que sepan apreciar este tipo de detalles, pero completamente audibles por un público mucho más amplio. De hecho, puede resultar contradictorio que un tema como «Oblivion» resulte tan enrevesado y a la vez tan directo. Y es que ver arrancar el concierto con esaentrada tan técnica apareciendo como un torrente de genialidad noquea.
La banda entra hiperactiva al escenario con el tema que abre su nuevo «Hot Streak», levantando un clamor de admiración en el Kafe Antzokia. Cabe decir que es un gustazo ver a músicos de semejante nivel en una sala reducida, donde los detalles son mucho másperceptibles por todos.
El riff acedeciano de «Captain Love» estalló sobre nosotros, enganchando a quien no se hubiera subido aun al carro con un «We Are One» de su primera obra que tiene uno de esos estribillos perdurable de por vida. Y es que no estáreñida la elaboración con laaccesibilidad, ni el virtuosismo con el sentimiento.
La descarga alternó el lucimiento conjunto y en solitario de cada uno de los músicos. Si bien cada uno tuvo sitio para sus solos, en cada composición hay lugar para el protagonismo de cada uno. Así, por ejemplo, el final de «Hot Streak» con veloz solo de bajo de Billy Sheehan levantó al personal.
El melódico «How Long» mostró el lado másmelódico de la banda, con un cuidado trabajo de coros, dejando paso a un tema de la pegada de «Empire», presentado por Mike Portnoy, haciendo alarde de la variedad que han sabido plasmar en sus canciones.
El concierto llegaba al ecuador con Kotzen cogiendo la acústica para la intimista interpretación de «Fire», enlazando con otro momento relajado, pero de un nivel musical a la misma altura difícilmente superablede toda la descarga, con el guitarrista dejando por un momento la guitarra para hacerse cargo del teclado en «Think It Over», sembrando de un aura hipnótica todo elrecinto,que parecía mantener la respiración para estallar al finalizar el tema.
El estruendo lo continuaría Mike Portnoy con un solo de batería como preámbulo para «The Other Side», en el cual el propio Portnoy se pasea por el escenario con sus baquetas tocando todo lo que pillaba y chocando su mano con los miembros de seguridad de cada uno delos laterales del escenario. Todo esto al final termina por dejar solo a Billy Sheehan que se marca el solo más largo de la noche, con alguna inclusión algo flamenca, o eso me pareció, en medio de ese torbellino desonido que es capaz de sacar de sus cuatro cuerdas el músico de Nueva York.
Tocaba subir el ritmo con «Ghost Town» con Mike Portnoy terminando el tema con expectación ante un curioso malabar colocando una de las baquetas sobre uno de los platos que al golpearlo haría que ésta regresara a su mano. «I´m Not Angel» y uno de sus mayores himnos en esta aun corta carrera, «Elevate», hacían que la sala quedaraesperando el presumible regreso de los músicos a escena.
Así ocurrió con Richie Kotzen de nuevo sentado en el teclado. Qué gran músico en todos los aspectos un hombre que para muchos es el ex guitarrista de Mr. Big o de Poison, pero cuya carrera en solitario y otros proyectos dejanbien a las claras el fondo que tiene como músico. Un ejemplo fue nuevamente «Regret», con el que sembró de magia el Kafe Antzokia antes del estallido de «Desire», donde aparte de admirar a las tres figuras sobre el escenario se coreó el estribillo a petición de Kotzen, con salvaje final en el que Mike Portnoy hizo las delicias del respetable aporreando con su silla para acabar lazándola sobre su instrumento.
Sabíamos que en este tipo de conciertos todo estámuy programado y era difícil esperar algomás cuando definitivamente los músicos dejaban sus instrumentos, pero la sala era un clamor pidiendo otra mientras se despedían. Para ello habrá que esperar a una siguiente oportunidad de tenerles sobre un escenario, esperando y deseando que esta historia se alargue en el tiempo, porque al menos en el grupohay química suficiente como para hablar de mucho más que de un supergrupo de los muchos que por las agendas de sus estrellas o por el choque de egos no pasan de dos telediarios. Aquí los astros se alinean en perfecta armonía.
Texto: Antonio Refoyo (www.lamiradanegra.es)
Fotos: Juan Ramon Felipe Mateo (www.musifota.com)
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