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Miércoles 2 de julio de 2008 – Sala La Riviera – Madrid
Ver a un guitarrista tan legendario y virtuoso como el sueco Yngwie Malmsteen en directo siempre es un lujo y un placer. Ahora, esto suele tener dos lecturas bien diferentes: Por un lado aparece la visión del músico, fan de la guitarra y admirador irredento del estilo, magia, personalidad y clase del gran instrumentista sueco… que alucinará sí o sí con las demostraciones del sueco. Por otro, es obvio que también tienen su particular opinión los que prefieren a la banda, al músico compositor, al creador de canciones únicas e insuperables, al músico influenciado por el mejor Ritchie Blackmore… que casi siempre suele salir con la sonrisa torcida de los conciertos de YNGWIE diciendo «bien, pero esperaba otra cosa, y encima seguro que la próxima vez vuelvo a picar a ver si ésta vez toca más canciones…». Y yo como periodista y observador objetivo me tengo que colocar en un punto intermedio, alabando primero al músico genial, virtuoso, líder absoluto de su banda y melómano ególatra, y pudiéndome quejar después precisamente de que sea una lástima que no sea posible disfrutar en directo de la banda YNGWIE MALMSTEEN… Y también de escuchar muy pocas canciones (cantadas, se entiende) insuperables de toda su carrera, de que no les dé cancha a sus compañeros, y de que el concierto se acabe haciendo aburrido una vez que dejas de alucinar con el loco Yngwie haciendo virguerías con sus «Stratocaster Ferrari» y mostrando en directo que, además de un músico estratosférico, es un frontman excelente (porque, que nadie se engañe, en su banda el cantante no deja de ser un mero acompañante más con la misma importancia menor que el resto de instrumentistas, por muy bueno que sea como siempre ha ocurrido con todos los vocalistas magníficos que le han acompañado desde el primero, Jeff Scott Soto, hasta el actual, Ripper Owens).
Y es que en esta ocasión resultó exactamente eso, un concierto muy bueno de un guitarrista y personaje único, influencia directa e indirecta de la mayoría de instrumentistas que han surgido a partir de él, pero que, por mucho aliciente (y atractivo) que supusiera el que viniera con Ripper como vocalista (que lo tenía, y parte del público iba atraído por ese detalle) el guión no cambió un ápice de lo que son sus conciertos desde tiempos inmemoriales: El gran guitarrista demostrando todas sus capacidades, improvisando sólos (incluso con la acústica), tocando todos los estilos, incluso cantando él mismo un par de temas, tirando mil púas, haciendo «helicópteros» constantes, posando, cambiando constantemente de guitarra, manejando al 100% el tempo del concierto, «correteando» a lo largo y ancho del escenario, tocando con orquesta pregrabada de fondo, manejando al público a su antojo, haciendo «posturitas»… y de vez en cuando incluyendo píldoras geniales de su carrera donde la banda tiene oportunidad de demostrar que tampoco son meros comparsas (y eso que desde hace muchos años, y aparte del cantante, me da la impresión que los músicos no son todo lo buenos que alguien como Yngwie podría tener a su lado… rumor verdadero o no, pero que efectivamente en ningún momento le hacen sombra). Ahora, como decía antes, tocando es insuperable y es imposible no mirarle con la boca abierta, tocando mil notas por segundo, masturbando el mástil como nadie, acariciando el instrumento, sacando melodías y arpegios de dónde no los hay, y además dando espectáculo (esas patadas al aire me encantan, jeje) y haciendo que el show sea visualmente igual de atractivo que la mera parte sonora.
Pese a todo esto, y el hecho que llamaba la atención de ver cómo se defendería Ripper en esta banda (y eso que el hombre le puso empeño, y animó mucho al público e incluso alabó en todo momento a su actual jefe, pese a que era terminar de cantar sus partes y le tocaba meterse para dentro como al resto de los músicos, y es que aquí sólo hay sitio para el lucimiento de uno), lo cierto es que La Riviera se quedó algo grande para el concierto, y es que en estas fechas «interfestivales», sin teloneros y a 30 euros la entrada, quizás fue una apuesta demasiado arriesgada, por muy legendario y popular que sea Yngwie (¿aceptamos media entrada?). Por cierto, no quiero que se me olvide comentar que por razones que no sabemos, el concierto comenzó 15 minutos antes sobre la hora prevista, por lo que muchos nos perdimos cuanto menos el primer tema y es que mucha gente estaba aún entrando cuando comenzaron a sonar los acordes de «Rising force». Pero bueno, entramos, y allí teníamos una vez más delante al «pintón» Yngwie, melena al viento, enormes patillas, camisa barroca abierta mostrando «pecho lobo» y oro por doquier (y con un Rolex en cada muñeca, como siempre ha llevado ostentosamente), pantalones ajustados de cuero (apretándole menos que otras veces, las cosas como son), botas de rock y esa actitud de rockstar que, excesiva o no, siempre me ha encantado. Ripper como segundo de a bordo, mucho más sencillo, con vaqueros, camiseta y chaleco de cuero (con logo de BEYOND FEAR en la espalda, por cierto), gorra (y es que está cada vez más «cocodrilo») y gafas de sol, pero cantando y aullando como el dios que es, con su propia actitud entusiasta, «agresiva» y metalera, pero también evidenciando en parte que no termina de encajar en el concepto más neoclásico y melódico de YNGWIE (aunque cantando un diez, repito, demostrando una vez más que a día de hoy está muy por encima del dios Halford por mucho que nos pese a la mayoría, y eso que no entendí porqué especialmente en la segunda parte del concierto tiró de muchos efectos en la voz y reverberaciones que un prodigio como él no necesita en absoluto).
Un detalle también que dice mucho de la personalidad de Yngwie en directo, y de cómo son/serán sus conciertos, es que si mirabas al lado izquierdo del escenario había una torre descomunal de amplificadores y cabezales Marshall, mientras que a la derecha, casi arrinconados, se encontraban la batería de Patrick Johansson (¿porqué la mayoría de baterías actuales tocan el principio del «Painkiller» en su sólo sí o sí?), ¡ún sólo ampli y cabezal! para el bajo, y un pequeño teclado con el músico correspondiente ya casi metido entre bambalinas. De todos modos, hay que ser justos y decir que el sonido del concierto, al menos en Madrid, distó mucho de ser perfecto, sonando muy grave e incluso ruidoso en bastantes momentos, aunque bien ecualizado y con buen balance entre todos los instrumentos (por mucho que lógicamente se oyera más la guitarra blanca del protagonista) de todos modos, pero con bastantes deficiencias con respecto a lo que seguro el propio Yngwie hubiera deseado (incluso tuvo que cambiar varias veces de guitarra en medio de canciones para intentar solucionarlo).
Me gustó mucho el detalle de encontrarme a un Yngwie tocando realmente heavy y agresivo cuando encaraba las canciones como tal, evidenciando que «Attack», «Unleash the fury» y suponemos que el próximo trabajo, no son casualidad. Muy bien Ripper también (aunque me da pena que esté una vez más infravalorado y detrás de un jefe que le dicta al 100% lo que puede y no hacer encima del escenario… y es que encima al entrar y salir según le toca, lógicamente le cuesta coger el ritmo y se muestra vocalmente mucho más frío que si diera el concierto de seguido) pero es obvio que no termina de encajar en un grupo como éste por muy bien que cante, y es que su estilo es demasiado heavy y clásico cuando tiene que encarar temas de los primeros tiempos mucho más melódicos y hardroqueros de Yngwie. Pese a todo, fue un lujo escucharle encarar temas más duros como «Never die» (buena sorpresa que abría «The seven sign»), «Demon driver» (perfectos los aullidos 100% Owens en ésta), «Cracking the whip» o «Crown of thorns» del último disco, además de «I’ll see the light tonite» para cerrar, posiblemente el clásico en el que mejor encajó vocalmente en mi opinión. Por otro lado, creo que otros clásicos como la preciosa «Dreaming (tell me)» (y eso que Ripper no lo hizo nada mal metido en su papel de barítono al principio del tema) empalmada con el «Gates of Babylon» de RAINBOW, o la insuperable «You don’t remember I’ll never forget» (para mí sin duda el mejor tema que ha compuesto el sueco, pero que requiere de una voz menos agresiva y con más feeling, como la del original Mark Boals, para sacarle todo el jugo) suenan algo extrañas con la voz de Ripper.
Entre los temas y momentos instrumentales, que ya digo que abundaron y en ciertas partes se hicieron incluso pesados a no ser que expresamente hubieras ido a ver «eso» en el concierto, obviamente destacaron las más conocidas composiciones como son «Far beyond the sun», la gran «Black star» (con intro acústica) o «I’m a viking», además de la excelente «Trilogy suite» que cerraba el citado disco años ha y que en directo fue una pasada. Particularmente me gustaron mucho también los dos blues que se cantó el propio Yngwie, buen vocalista a mi entender pero con una voz más desgarrada y grave, especialmente la conocida «Red house blues» de Hendrix. Y no me puedo olvidar de la parte del concierto donde Yngwie se enfrentó con su guitarra a la orquesta que sonaba por los altavoces, demostrando una vez más que, gustos personales y egocentrismos aparte, es un compositor, intérprete y arreglista clásico excelente, a la altura de muchos de los compositores de música clásica que muchos admiran, llamese Paganini, Vivaldi, Bach o Lars Yngwie Johann Lannerbach Malmsteen (toma ya).
Finalmente y tras un único bis que fue la conocida «I’ll see the light tonight» del gran «Marching out» (precedida por un último sólo, en este caso acústico, e instrumental conocida empalmada con la última versión clásica cantada por el propio Yngwie) después de hora y tres cuartos de demostraciones, carreras por el escenario a la par que por el mástil, momentos álgidos y otros mucho más monótonos y de lucimiento personal que se nos hacen más pesados a los que somos menos duchos en el arte de adorar a los guitarristas solistas, exquisiteces sonoras y algún que otro «purete» también, nos íbamos a casa con la misma sensación que se suele tener después de los conciertos del sueco: «qué bueno es, qué pasada de guitarrista, cómo mola en directo, pero ojalá tocara más canciones normales y menos sólos, improvisaciones y demás». Es tontería remarcarlo porque la mayoría sabemos que no ocurrirá, pero quizás alguna vez se le ocurra hacer un show de canciones metiendo joyas como «Devil in disguise», «Rise up», «The seven sign», «Making love», «Queen in love», «Don’t let it end», «Heaven tonight», algo de ALCATRAZZ, versiones de RAINBOW o PURPLE pero diferentes… y dejar tan satisfechos a los que van a ver al Yngwie solista y virtuoso como a los que prefieren al compositor, músico y parte de una banda. De todos modos, me remito al principio para terminar: pese a todo, siempre un espectáculo y un lujo en directo.
Texto: David Esquitino
Fotos: Rafa Basa
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