Sábado 16 de Diciembre de 2006 – Sala Copérnico – Madrid
Posiblemente pocos grupos generan unanimidad en cuanto a su trascendencia en el Rock Duro español, y uno de ellos es sin duda BARÓN ROJO. Grandes entre los grandes, siempre estarán marcados por un antes y un después. El después de que su bajista cantante, SHERPA, y su batería, Hermes, abandonasen la banda. Han pasado muchos años de ello y BARÓN ROJO ha continuado trabajando con tesón, empujados por la fuerza de los hermanos de Castro, que con discos más o menos irregulares, no han dejado de demostrar en directo que BARÓN ROJO tenía mucho que decir. Pero es imposible olvidar la voz de SHERPA, una voz que fue partícipe de los primeros discos del grupo, de canciones míticas, de momentos felices de un par de generaciones de rockeros. Y eso pesa, pesa mucho.
SHERPA estuvo apartado de la música durante años. Tantos que incluso llegamos a pensar que jamás volvería. Pero he aquí que finalmente decidió recuperar su carrera y lanzó un disco con algunas piezas auténticamente memorables. “Guerrero en el desierto” no era un disco de BARÓN, pero sonaba mucho al viejo grupo. Y es que la voz seguía siendo la misma. Y también la forma de componer, menos influida por la siempre presente Carolina Cortés, pero igualmente cercana a la realidad vivida por aquellos que escuchan su música.
BARÓN ROJO y SHERPA, 2 caras de una moneda que los fans seguimos queriendo ver inseparable, pero también dos caras irreconciliables. Hubo posibilidades, tal vez sea cierto. Pero al final los caminos de los dos grupos han continuado paralelos y sin posibilidad de cruce. Cruce soñado, pero imposible de ver, al menos por ahora y por lo que parece en un futuro más o menos cercano.
BARÓN ROJO actúan con bastante frecuencia en Madrid y cercanías. Y por el resto del territorio nacional también. SHERPA lo ha hecho menos, pero en su vuelta activa a los escenarios ha demostrado auténticas ganas de tragar kilómetros. Y finalmente tocaba Madrid. La capital española es como la alternativa de los toreros. Es complicado triunfar en una ciudad en la que las posibilidades son tan variadas, en la que los conciertos se suceden sin cesar, y en la que tan pronto se pasa de ídolo a personaje denostado. SHERPA lo sabe bien como habitante de la ciudad, y es consciente que el fracaso en su vuelta al duro quehacer del músico es algo más que posible. Pero también sabe que Madrid siempre le ha añorado, siempre le ha tratado bien y siempre le ha esperado.
Con estos ingredientes, estas cartas sobre la mesa, se presentaba un concierto jugoso del bajista del eterno Rickenbacker. Con la duda de si el público madrileño reaccionaría y llenaría la sala para hacer que el momento fuera histórico, o si por el contrario el evento pasaría a la historia como el fracaso de un músico cuya vuelta no fuera comprendida.
Pistas había de cómo podrían sucederse las cosas. De un lado el optimismo de SHERPA días antes del concierto sobre la venta de entradas. También las buenas críticas que estaba teniendo su adelanto musical, ese “Ajedrez Mortal” que recupera los mejores momentos de los Barones y que no cesa de ser descargado de su web. Pero la audiencia a veces es caprichosa y nunca se sabe cuando lo que podría ser perfecto quede totalmente deslucido. El último ingrediente, el conocer que la actuación se grabaría para ser incluida como DVD en directo en su próximo disco, y que el repertorio estaría plagado de temas clásicos pudo ser lo que inclinase definitivamente la balanza. Pero aun así había dudas, grandes dudas.
Dudas disipadas felizmente nada más entrar en la Sala Copérnico y observar como registraba una de las mejores entradas de los últimos conciertos. Llena, aunque sin apreturas que hicieran imposible la respiración, y mostrando una variedad de asistentes sorprendente. Rockeros con edad de haber visto a SHERPA hace más de 20 años, pero también muchos chicos jóvenes que posiblemente lo vieran en directo por vez primera. Ambiente de gran evento. Y sobre todo ganas, muchas ganas de que todo saliera bien.
A las 21:30, con un poco de retraso sobre la hora de comienzo marcada, comenzaba un show que, desde el primer momento iba a mantener a los asistentes probando sus cuerdas vocales. “Guerrero en el Desierto” era la canción elegida para comenzar y que mostraba un SHERPA en una forma encomiable, tanto física como vocal, acompañado por una banda de auténtica impresión. Hermes es de todos conocido. Su sobriedad en la batería es clásica, pero al mismo tiempo su técnica perfecta. Algo menos los dos impresionantes guitarristas, Raúl Rodrigo y Luís Cruz, músicos impecables que iban a mantener un nivel de auténtica impresión durante todo el concierto. Cercanos, simpáticos, y con un dominio musical que resultó perfecto
Escuchar “Son como hormigas” y volverse locas decenas de personas es algo obligado. Una letra tan clásica y al mismo tiempo tan actual en este Madrid nuestro, era coreada por todos los asistentes que se encontraban a continuación con otra perla maravillosa, “El Malo”, toda una declaración de intenciones, perfectamente actualizada e igualmente maravillosamente interpretada. Con “Flor de Invernadero” se volvía a recordar el primer trabajo de la etapa que comenzaba hace un par de años. Un tema que tiene una letra para no olvidar, de esas letras que hacen que el rock cantado en nuestro idioma enamore, por lo que a pensar y reflexionar obliga, y “Cómico Cósmico”, el espíritu de unos BARÓN ROJO actualizado y siempre presentes.
Sin que la voz desmereciera un solo momento, con un sonido atronador y con rostros felices de músicos y asistentes el BARÓN volvía hacer su aparición para volar sobre Inglaterra. En esta ocasión sobre Argüelles, sobre todos nosotros. Y de nuevo enganchado perfectamente por “Campo de Concentración” seguida por todo el mundo a grito pelado y con los puños al aire.
Momento emotivo fue la subida al escenario de Gorka Alegre, el actual bajista de ÑU, para tocar “Concierto para ellos” esta vez dedicada a Alberto Madrid, en un emocionante recuerdo a su trágico accidente de hace pocos días. “Al centro del corazón” sirvió como contrapunto irónico y al mismo tiempo nostálgico de un recuerdo presente en todos lados, especialmente a aquellos que hace 25 años descubrían a una banda que ponía en un crisol todas las influencias foráneas y creaba algo nuevo. Un prólogo perfecto para el punto más emocionante de la noche. “Siempre estás allí” puso los pelos de punta al respetable, sintiéndose parte de la magia del momento, de una magia inacabable, y todo ello registrado por los cuatro ojos objetivos de las cámaras que no paraban de mirar, ora el escenario, ora los fans entregados.
Sonando “Se escapa el tiempo” la pregunta ya era un clamor en la mente de todos. ¿Y si…? ¿Tal vez alguna vez…? ¿Podría ocurrir…? Retórica, pero necesaria. Si lo que se vivía en aquellos momentos lo producía el 50 por ciento de BARÓN más dos músicos de impresión, ¿qué pasaría si…? “Casi me mato”, a continuación de un sencillo solo de Hermes terminaba con las dudas. Disfrutemos de las dos bandas y olvidemos el pasado. O más bien, mantengámoslo en momentos como este. Fortísimo el sonido ya en el epílogo del concierto “Los rockeros van al infierno” nos lanzaba la declaración de intenciones con la que muchos nos hemos sentido de acuerdo en más de una ocasión. Y a partir de ahí un recuerdo a nuestra pobreza, económica, pero no cultural, a los hijos que no quisieron plegarse a lo escrito, y sobre todo al himno que todos los que estábamos en la Copérnico asumimos como propio, en nuestra labor de resistencia diaria.
La despedida no podía ser con otro tema que “Ajedrez Mortal”. La vuelta a un presente en el que SHERPA se reinventa y al mismo tiempo convence. Fantásticamente acogida y que cerraba un concierto emocionante como pocos. Aun iba a quedar tiempo para que todo el que quisiera se fotografiase con SHERPA y se llevase de recuerdo una púa en la que, a manera de colofón, el logotipo del Barón se unía al nombre de SHERPA.
A veces uno sale de un concierto alegre y otras triste. Esta fue tal vez de las pocas veces en las que la mezcla de las dos sensaciones se llevó a cabo. Alegría por haber asistido a una actuación practicamente perfecta y tristeza por resistirse a asumir algo que es irremediable. Al menos ellos, las dos bandas, siempre estarán ahí.
Texto: Fernando Checa
Fotos: David Esquitino
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