![]() |
Domingo 3 de Noviembre de 2006 – Sala Heineken – Madrid
José Carlos Molina, o lo que es lo mismo, uno de los músicos más controvertidos que ha dado el Rock en nuestro país. Querido en la misma medida que odiado, de lo que no cabe duda es que su genialidad le ha permitido tener a sus ÑU en el centro del Rock & Roll español durante más de 30 años. Una carrera tan extensa como prolífica, con momentos sencillamente maravillosos y otros en los que la sequía de ideas parecía acabar con el proyecto. Da igual, ÑU es José Carlos, y mientras Molina tenga ganas de subirse a un escenario habrá cientos de personas dispuestas a estar ahí para ver al émulo de un tal Ian Anderson que considera que hace años dejó de serlo para mezclar con una maestría asombrosa el sonido de una flauta travesera con el de las guitarras del rock duro.
Ha llovido mucho desde aquellos primeros trabajos que marcaron una generación. Aquellos primeros discos por los que iban desfilando lo más granado del Rock nacional, y que tenían como común denominador la omnipresente flauta y la voz limpia y clara de Molina, el trovador español, que desgranaba su ironía y su mala leche mientras mostraba como era posible reinventar un género inventado por los anglosajones convirtiéndolo en algo absolutamente nuestro.
Y no ha pasado tanto desde “Títeres” el último trabajo de ÑU en estudio. Disco teñido de amargura, tal vez por esa sensación de saberse un genio y sin embargo no habitar en un Olimpo demasiado lejano para los españoles. Y entre medias, decenas de canciones, y por supuesto, de conciertos. Algunos nefastos y que merece no recordar. Otros, simplemente míticos, como aquella fecha indeleble de abril del 92 en la Sala Canciller. En definitiva tanto por recordar que, posiblemente más razones que nadie, en esta era de lanzamientos de DVD´s, Molina y sus chicos se presentaban en Madrid para plasmar su directo actual y grabarlo como corresponde a uno de los más grandes.
Con varios cambios de fechas y de sala, debido entre otras cosas al fecundo panorama de conciertos madrileño, por fin se decidía que la fecha elegida sería un sábado, día perfecto para casi la mayoría y en la céntrica Sala Heineken, no especialmente grata para grandes eventos, pero en la que algunos grupos han sacado buenos rendimientos de sus grabaciones (pongamos por caso los casi extintos TNT hace algunos meses).
Así pues todo prometía una noche memorable. Incluso el buen sabor de boca que para muchos había dejado el concierto de ÑU en el festival Leyendas de este verano, era una razón de más para participar en una grabación que prometía ser recordada durante largo tiempo. Y de hecho la sala registraba una de las mejoras entradas para un concierto de una banda no foránea.
En el escenario una formación de auténtico lujo en la cual destaca un Manolo Arias inconmensurable. Lo de Manolo es de impresión. Sus formas en escena, su capacidad como guitarrista, su actitud… algo que iba a ser a la larga lo más recordado del concierto.
Ccon bastante puntualidad sobre la hora prevista arrancaba un show que se iba a mantener en pautas de corrección, pero que tampoco iba a alcanzar el nivel que uno exigiría en la grabación de un DVD. Por un lado los problemas de sonido se mantuvieron a lo largo de todo el concierto. Sin llegar a ser muy graves, la verdad es que los continuos acoples afeaban bastante el conjunto en general. ¿Un fallo en la prueba de sonido? Tal vez, pero no parece muy lógico que durante todo el concierto se repitieran los molestos pitidos cada vez que José Carlos se movía un poco.
Por otro lado la presencia escénica se limitó a una gran pantalla en la que se mostraban imágenes psicodélicas y en ocasiones un espantoso logotipo de ÑU, supongo que cedida por la sala, pero que poco o nada incorporaba al espectáculo que uno espera en un concierto con el marchamo de “especial”. Escasas luces que iluminaban justamente el pequeño escenario, y un puñado de cámaras, que al menos no iban a molestar demasiado a los asistentes.
José Carlos, Molina, el héroe de la noche. Vestido de rojo torero, volvió a demostrar estar en forma en los primeros minutos, atacando temas como “Manicomio”, “Perro ladrador” y “No hay ningún loco”. Pero a partir de ese momento sus desapariciones a back stage le devolvían más y más irónico, con la voz algo más tocada y, ciertamente, desconectado de lo que estaba ocurriendo en el escenario.
Da igual, él es un profesional con tres décadas a sus espaldas y sabe como meterse al público en el bolsillo. Especialmente al fan que disfruta escuchando “Preparan” e incluso al que escucha atónico como la entrada del “El flautista” se realiza de forma desafortunada y a destiempo. Es lo de menos, ya que todas y cada una de las canciones de ÑU son piezas básicas para entender nuestra música, y la música que brota de la flauta de Molina conjura cualquier atisbo de mala uva que pueda generarse en el oyente. Incluso un ataque tan visceral como “Títeres” a vaya usted a saber quién, entra bien por el carisma del flautista español.
Y en medio de todo, Manolo, el incombustible guitarrista que más nos recuerda que California no está tan lejos, y que hace que, cuando parece que todo empieza a perder su sentido, al menos esté la magia de sus seis cuerdas. Simplemente grandioso.
“Cuentos de ayer y de hoy” o “La granja del loco” estallan en las gargantas de decenas de personas dispuestas a perdonar, a pasar por alto que su conductor pareciera estar actuando ante una panda de amigos más que enfrentándose a la grabación de un trabajo tan importante. Y por fin, a manera de regalo, perfectamente preparado “Imperio de paletos” en el que todos gritamos con ganas nuestra rabia ante una España que José Carlos se encarga de recordarnos como propia.
Sin invitados, sin alardes, sin cambios significativos sobre el último concierto. Simplemente ÑU, en directo y crudamente. Y con amargura o sin ella, locos estaremos por que vea la luz este trabajo, que no podrá faltar en nuestras estanterías.
Texto: Fernando Checa
Fotos: Rafa Basa (Archivo)
Para ver las fotos a mayor tamaño, pinchar sobre
ellas.