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Sábado 1 de Octubre de 2005 – Sala Arena – Madrid
No conozco a nadie que no respete la trayectoria profesional de GLENN HUGHES . Una de las voces más reconocibles del Rock, con discos en su haber impresionantes, trabajador incansable, colaborador de múltiples proyectos y con una potencia y frescura dentro del escenario que hacen a uno preguntarse si el blues mantiene vivo a sus hacedores por dentro y por fuera. Asiduo de nuestro país desde hace unos años, HUGHES es conocido también por sus colaboraciones variadas con músicos de primera talla. Ya pueda montar un proyecto con el ex RAINBOW, Turner, ya pueda volver a grabar con su viejo compinche en SABBATH, Iommi, ya sea incorporando a su banda un percusionista «menos duro» como Chad Smith, base rítmica de RED HOT CHILI PEPPERS, la realidad es que el viejo GLENN no suele dejar a nadie insatisfecho. Tal vez hasta este pasado sábado, y tal vez por esas malas pasadas que a veces recaen hasta en los más profesionales.
La Sala Arena es una de las pequeñas pesadillas que a veces deben sufrir los asistentes a un concierto. No tanto por su acústica, sino por el tamaño, que hace realmente difícil ver más allá del «foso» en el que se sitúa como sardinas en lata «el respetable». Y un concierto de alguien legendario un sábado por la tarde era de imaginar que atraería a cientos de personas. Así fue. Desde antes de las 9 de la noche poca gente más cabía dentro del recinto y muchos asistentes, que religiosamente pagaban su entrada se disponían a escuchar, que no ver, el concierto desde la zona de la barra.
A las 9 y pocos minutos hacía su aparición GLENN HUGHES y Chad Smith. Chad, con una batería más que escasa iba a demostrar como un gran percusionista puede hacer disfrutar sin necesidad de grandes sets de batería, sobrio y dispuesto a hacerse un hueco entre los fans de HUGHES , muchos de ellos que no comprarían nunca un disco de su banda. JJ Marsh, el clásico guitarrista que HUGHES lleva usando en los últimos años mostraba una vez más su guitarra en forma de flecha y se convertía ya desde los primeros instantes en una referencia ante el apretadísimo público.
Arrancando con temas de su último disco «Soul Mover» mucho más acertado que el último trabajo firmado con Iommi, la voz de GLENN nos transmitía de nuevo ese buen hacer y esos matices soul que le han hecho inconfundible. Realmente si alguien tiene toques negroides en su voz ese es el viejo bajista. Negro, con matices gosspell y blues, mucho blues. Sonó una larguísima versión de «Mistreated», tal vez la más bluesística que pueda escucharse. Dio, Coverdale, HUGHES, tres dioses cuyas gargantas convierten este tema en un auténtico sentimiento a flor de piel. Pero esta vez ese sentimiento llegaba aun más dentro. La voz nos taladraba y nos mostraba que hay temas irrepetibles.
El blues dió paso a toque de boggie, a ramalazos funky mientras GLENN se veía feliz en escena. El público entregado y la voz cada vez más aguda, cada vez más alta. Manteniendo precisamente el ritmo con el bajo, desgranando temas que recordaban sus épocas con TRAPEZE, sus últimos trabajos, DEEP PURPLE, nadie podía prever que el concierto tuviera un final como sin embargo tuvo.
Sonaban los acordes de «Rock & Roll» de LED ZEPPELÍN y la sala coreando a voz en grito el viejo tema cuando vimos que HUGHES había desaparecido de la escena. Tras alargar dicho tema por la guitarra de Marsh el concierto sufría un parón. Como en los últimos tiempos es común este tipo de descansos entendimos todos los que allí nos encontrábamos que era una parada forzosa para recuperar fuerzas. Pero no, al cuarto de hora se informaba que GLENN HUGHES se encontraba muy mal y que no podía seguir cantando. Chad Smith, visiblemente cabreado se dirigía al público ofreciendo tocar 5 horas la próxima vez que actúen en Madrid, aunque obviamente la decepción cundió entre todos los que allí estábamos.
Nada indica que GLENN no tuviese ese desvanecimiento. Incluso el calor que hacía en la sala era considerable, y la comprensión con un artista también surge del público. Incluso es de suponer que el propio HUGHES estaría tremendamente decepcionado por tener que terminar la actuación así, apenas 70 minutos después de comenzada. Especialmente él, que no suele tocar menos de dos horas. Pero al final los que notaron especialmente el problema fueron los asistentes. 24 € por un concierto sin telonero es una cifra elevada. Y tener que limitarse a 70 minutos es duro, incluso para el más comprensivo de los fans.
A pesar de todo, es de justos reconocer que mientras estuvo en escena, nadie quedó indiferente. Es de esperar que la próxima vez que nos visite pueda desquitarse y ofrecer lo que faltó. Y es que «Burn» sin GLENN HUGHES no es igual.
Texto: Fernando Checa
Fotos: Diego L. Pérez
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