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Martes 20 Julio 2004 – Velódromo de Anoeta – San Sebastián
En menuda aventura nos metimos los componentes de Alianza para
cubrir el evento que se avecinaba en Donostia en la recta final del mes de Julio.
Mariano Palomo y un servidor nos liamos la manta a la cabeza y nos subimos al
norte a disfrutar de un concierto en principio apetecible y que después
se confirmó como uno de los mejores que hemos presenciado últimamente.
Hablo de aventura porque el lunes, víspera del evento,
y relativamente cerca de nuestro destino, Fuenterravía (u Hondarribia,
como allí se denomina), donde Mariano y Maite nos alojaron como a príncipes
(gracias), cayó un tormentón de agua y granizo que casi nos hace
(¿por qué poco, verdad, Mariano?) no poder disfrutar de los alemanes
y madrileños en la capital guipuzcoana. San Sebastián se inundó,
las carreteras se adornaban de accidentes y camiones volcados… Un caos,
en resumen. El caso es que después de hacer turismo durante el día
entero del martes e hincharnos a pinchos y zumo de cebada nos adentramos en
las entrañas del velódromo (¿por qué no habrá
sitios así en Madrid?). Una vez dentro y reconociendo el terreno nos
alegró el encontrarnos con tanta gente. Yo era la primera vez que iba
por el País Vasco y creo que saludé a todos los conocidos que
tengo por allí… Xavi, Alfonso, Eukene, Josetxu y alguno más
que conozco del Excalibur madrileño. A todos, un abrazo enorme (y a ellas
un besazo más grande aún, jaja).
Con puntualidad británica, a las nueve y tres minutos,
se apagaron las luces y saltaron a escena los madrileños DREAMAKER,
quizás algo nerviosos (mucho, según Elisa, como entre sonrisas
nos contaba al final de su actuación) y con un recinto todavía
en vías de rellenarse. Lo primero que sorprendió fue el notable
sonido con el que atacaron sus primeros temas, «Nightmares Factory»
y «Killing», pues es estúpida norma ésa de putear
al grupo telonero con un sonido y unas luces mediocres. Nada de eso, el sonido
fue, durante toda su actuación (unos cincuenta minutos) muy bueno, así
como la iluminación, detalle que hace aún más grandes a
los teutones (la única queja de los madrileños fue el poco tiempo
para probar sonido, ya que por todo lo demás nos comentaban que habían
sido tratados de vicio. Vamos que si llegan a probar más… ni te
cuento).
Siguieron repasando su único álbum hasta día
de hoy, «Human Device», con cortes de la talla de «Enemy»
o «Withoout Angels», con los que la concurrencia, algo más
numerosa por aquel entonces, parecía ir animándose poco a poco.
Pero si por algún tema un servidor siente debilidad es por «Forever
in Your Arms», que sonó como para hacerse p… perdón,
devoto de estos jóvenes madrileños con nuevo guitarrista argentino
(diecisiete añitos, al loro). Con una Elisa pletórica a la voz,
enérgica (quizás un pero, por poner alguno, fue la poca movilidad
del resto de la banda) y deshaciéndose en elogios con el personal la
cosa estaba encauzada (Elisa cada vez que la veo en directo canta mejor, siempre
lo digo, pero es que estuvo realmente de sobresaliente) para atacar ese medley
de Metallica con el que la gente se vuelve loca, y muy bien interpretado (más
quisiera Hetfield cantarlo así hoy en día), en el incluían
«One», «Master of Puppets» y mi favorita de los americanos:
«Creeping Death». Y como colofón, y con un público
ya bastante animado terminaron al ritmo de «Welcome to My Hell».
Un show de nota, sí señor.
Poco después el plato fuerte. Ya todo el mundo dispuesto
en sus sitios (no estaba lleno, eso sí, pero calculamos a ojo de buen
cubero unas cinco mil personas o algo menos, pero ya digo, a ojo) comenzó
realmente la locura. Increíble la reacción de los miles de devotos
de los alemanes SCORPIONS incluso desde las primeras canciones
(la gente coreaba hasta los temas del último Cd, «Unbreakable»):
«New Generation» y «Love’em or Leave’em»,
las dos del susodicho último redondo.
El sonido era notable (aunque algo agudo en muchos pasajes
y saturado si te acercabas al escenario) y las luces de la tarima de la batería
nos cegaban cada dos por tres. Por cierto que el escenario era bastante sobrio,
con la susodicha tarima y un telón negro de fondo con el logo del grupo
y el nombre del último Lp, el cual a veces se volvía una especie
de cielo estrellado (¡qué tierno!) y unas falsas llamas que aparecían
en ciertos temas también a cada lado de la batería, que lucía
un espectacular gong a sus espaldas.
El caso es que la retahíla de clásicos nos ganó
desde el principio: «The Zoo», la inmensa «We’ll Burn
the Sky» o «Bad Boys Running Wild», luego de invitarnos a
relajar nuestras ajadas gargantas con la instrumental «Coast to Coast»
y dar cabida a algún corte más de su nuevo trabajo, los cuales,
por cierto, no desentonan nada en directo, al revés, encajan como po…
perdón, como anillo al dedo, en la actuación más netamente
heavy que se les recuerda por aquí: «Deep and Dark», un corte
denso que gana en vivo, «Blood Too Hot», la balada «Through
My Eyes» o «Remember the Good Times» se intercalaban con «Lovedrive»,
la mítica y favorita de un servidor: «Big City Nights», «Teaze
Me Please Me» o el desgarrador y heavy «Blackout». La emoción
y pasión que despedíamos los presentes la verdad es que casi se
podía tocar.
¿Y las baladas, os preguntaréis? Pues con sumo
acierto no se recrearon en ellas y dejaron las fundamentales para el bis: «Still
Living You» y «Winds of Change» (sí, ya sé,
algunos tendrán otras fundamentales, incluido yo, pero es lo que hay
hoy por hoy), con las que llegó el momento de los mecheros en alto y
el arrimar cebolleta con la pareja de turno (la verdad, a Mariano y un servidor
sólo nos tocó sacar los mecheros, una pena…). El bis se
completó con el himno «Rock You Like a Hurricane» (sin comentarios,
si sale hasta en Los Simpsom). Y en una segunda despedida nos regalaron la entrañable
«When the Somke Is Going Down», para irnos suavecitos, digo yo.
El caso es que la banda estuvo a la altura de lo que se presupone
de ellos (e incluso más para mí, que no me los esperaba, sinceramente,
en tan buena forma): Klaus Meine parece que ha hecho un pacto con el diablo
porque canta como nunca (o como siempre, según se mire); Rudolf Schenker
no es que sea un virtuoso de la guitarra pero aporta su energía y carisma,
también indispensables; Matthias Jabs es un auténtico peso pesado
de las seis cuerdas (¡qué bueno es el amigo!); James Kottak cumpliendo
y divirtiendo como pocos baterías he visto y el último fichaje,
el polaco Pawel Maciwoda, bastante más heavy y con más movilidad
que su predecesor, más que correcto. En fin, un grupo con buenos músicos,
moviéndose y animando todo el tiempo (y con las típicas poses
que yo, al menos, agradecí con nostalgia) en los que los solos de guitarra
(Matthias Jabs, por supuesto) y batería no sólo no fueron aburridos
sino breves, divertidos y casi enlaces o aperturas para otros temas (James Kottak
espectacular encima de la batería y rompiéndose una botella al
final de su espectáculo aporreador).
Yo no podía pedir nada más tras casi dos horas
de actuación (que aprendan otros). Bueno sí, algún que
otro tema (como el «Holiday», que lo plasmaron en vivo unos días
después en Atarfe, Granada, donde un servidor también estuvo…
No me lo podía perder, visto lo visto), pero eso siempre nos pasa con
las bandas de gran trayectoria. Un gran concierto, un gran grupo del que el
abajo firmante no era un gran fanático pero que tras disfrutar en directo
de ellos me han convencido con creces y a los que admiro un poco más
desde ese día.
Texto: Juanma Martínez
Fotos Dreamaker : Rafa Basa (Archivo Viña
Rock 2004)
Fotos Scorpions: Juanma López González
Para ver las fotos a mayor tamaño, pinchar sobre
ellas.