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Viernes 5 de Diciembre – Sala Caracol – Madrid
Dos años después (que se dice pronto) de su último concierto
en la capital, volvía al ruedo en directo la (remozada una vez más)
banda de José Carlos Molina para presentar su último disco “Títeres”,
un trabajo de rock más básico y sencillo que en otras ocasiones
y que ha tenido una acogida algo irregular.
Hacía una noche especialmente fría y desagradable
en Madrid, las entradas no eran baratas precisamente para un concierto de estas
características y estábamos en un fin de semana de puente lo que
no hacía presagiar que la asistencia fuese demasiado numerosa. De todos
modos, la magia y el tirón de la banda sigue siendo importante y esto
influyó para que al final se registraran unos tres cuartos de entrada
con un público muy variado, de todas las edades imaginables (a partir
de 18 años por la decisión de nuestros políticos de seguir
limitando el acceso de los chavales a la cultura, todo sea dicho) y con verdadera
hambre de disfrutar del magnetismo y la música siempre especial de uno
de los mayores genios musicales de este país y su banda.
Antes de empezar a comentar el concierto en sí, cabe
destacar que no había telonero y que todos habíamos ido en exclusiva
a ver a Ñu por lo que la ocasión era propicia para ver un concierto
especial pero lo cierto es que no fue así. Más bien fue una actuación
irregular, con un set list raro y descompensado, y con un José Carlos
con pocas ganas que hizo que mi opinión del concierto, siendo uno de
los mayores fans del Molina, fuera bastante agridulce.
Para empezar nos encontramos con dos sorpresas en la formación
de la banda: la positiva era la inclusión del guitarrista Manolo Arias,
uno de los más afamados trotamundos de nuestro rollo (ex Niagara, Muro,
Motores, Bella Bestia,…) y actual productor que fue sin duda lo mejor
del concierto moviéndose cómo pez en el agua en un estilo mucho
más cercano a sus gustos que en el caso de su última experiencia
con Muro, y contando con la experiencia de tantos años encima de un escenario
y su feeling personal por bandera para encandilar al personal y convencernos
de que Juan Freire nunca fue un guitarrista idóneo para Ñu. La
nota negativa fue la ausencia de Jorge Calvo, teclista y flautista de apoyo
de la banda hasta ahora y el miembro que más tiempo había aguantado
los desplantes y personalidad a la par arrolladora y difícil del jefe
Molina. Toda una pena que dejó muy desnudo el sonido de la banda en directo
ya que fue el propio José Carlos el que tuvo que coger las riendas del
teclado en este concierto, lo que no le permitió poder centrarse ni en
el propio teclado, ni en la flauta ni en cantar exclusivamente. No se que ha
pasado para que Jorge se marche a pocos días de este concierto pero lo
deseo lo mejor porque es una gran persona y ha aportado mucho a Ñu en
estos últimos años. Aparte de ellos continúan los burgaleses
Bumper a la batería (sencillo pero efectivo cómo siempre) y un
cada vez más acoplado a Ñu, Gorka Alegre, con su bajo “cómo
el del Lemmy”, su parecido inevitable con el propio Molina y una imagen
muy heavy que siempre se agradece en directo a estas alturas.
Y tras entrar en contexto vamos con el concierto en sí:
A eso de las 22:30 salió la banda al ritmo de “Soy él”
que abre su último disco “Títeres”. Primero los músicos
y después un José Carlos menos “pintas” de lo habitual
pero con su presencia hipnótica intacta, su carisma por bandera y esa
voz tan canalla, sincera, cruda y tierna a la vez y sobre todo personal que
le da el toque especial a todas sus canciones. En Caracol no suelen sonar especialmente
mal los conciertos y en este caso no fue una excepción ya que no creo
que el sonido fuese algo que al final nadie destacara entre los aspectos más
negativos del concierto.
Tras esto y un discurso inicial más cercano a “estamos
presentando el nuevo disco y esto es lo que vamos a hacer” que a saludo
inicial para crear buen rollo de principio, fue encadenando uno tras otro los
temas que componen este último disco desde el primero hasta el décimo
(el disco tiene doce y no me extrañaría que los dos últimos
no los tocaran simple y llanamente porque no les dio tiempo a prepararlos) a
partir del cual cambió la tónica del concierto.
Esta fue una decisión que turbó y desagradó
a la mayoría de los presentes pero por el contrario, para los que conocemos
la personalidad del Molina, su terquedad y el hecho de que “tiene más
huevos que nadie” (lo siento, pero esto no lo puedo expresar de un modo
más “literario”), nos pareció una muestra más
de su autenticidad que, aunque es cierto que puede jugar en contra suya (y de
hecho lo ha hecho en más de una ocasión), aceptamos de buen grado
sabiendo que la rabia, furia, ironía y la sinceridad de sus canciones
nunca son falsas ni poses ensayadas para crear una polémica que, a estas
alturas, es innecesaria. En concreto esos temas sonaron de maravilla, mucho
mejor que en el disco de hecho y la gente (unos más y otros menos, está
claro) creo que disfrutó entendiendo que Ñu no es nada sin la
personalidad tan peculiar de José Carlos y sus decisiones un tanto polémicas,
desacertadas a veces, pero siempre rebeldes y “picajosas”. Fue alternando
teclado y flauta según lo requerían los temas y Manolo Arias fue
tomando un protagonismo cada vez mayor según iban pasando el repertorio
(cuando hay calidad se nota y por tanto era inevitable que, aparte de Molina,
Manolo Arias fuera una pieza musical clave en este concierto).
Entre ellos me gustó mucho “Mono”, una
canción muy pegadiza para el directo y con una letra de esas que “hacen
historia” (lo mejor era ver la cara entre burlona y taimada de José
Carlos cuando cantaba eso de “deja ya de imitarme, nunca te daré
el trono”), la rocanrolera “Todo por la pinta” (presentada
cómo un alegato en defensa de los que, cómo José Carlos
comentó, pensamos que el pelo y las pintas no es sólo una cuestión
de imagen personal), la preciosa versión de la Creedence, “Has
visto alguna vez caer la lluvia”, con José Carlos “jugando”
con el teclado y utilizando por primera vez en el concierto su voz más
tierna, una intensa “Tormenta de pasión” (donde la guitarra
de Manolo sonó sin duda con ese feeling ochentero que hace especiales
las canciones), y la inevitable “Títeres” donde mucha gente
coreó con ganas ese estribillo envenenado que dice: “Maricón
mendigo de poder prestado, yo no soy tu amigo ni soy tu soldado, yo no soy un
Títere ni soy tu aliado, yo no soy el pueblo y no soy tu esclavo”…
cómo dice el refrán, a buen entendedor pocas palabras bastan.
Hasta aquí el concierto tuvo un ritmo bastante intenso
pese a que mucha gente no entendiera porqué estaban tocando tantas canciones
del nuevo disco y no empezaban a atacar sus clásicos himnos que era lo
que una gran parte del público quería escuchar. Hasta aquí
Molina había sido el mismo de siempre: desafiante, rebelde y genio y
figura pero siempre apelando a la sencillez y humildad santo y seña de
la música de Ñu y de la personalidad de José Carlos, Manolo
Arias estaba tocando “de cine” y haciendo que no echáramos
en falta a Juan Freire, y la base rítmica (con mención especial
para el bajo de Gorka) funcionaba a la perfección para darle la velocidad
y ritmo adecuado a los temas. Entonces y tras una versión instrumental
de “Sylvia” de los holandeses Focus (que muy pocos conocían,
todo hay que decirlo), el concierto dio un giro de 180º olvidando por completo
su nuevo disco y atacando los temas más conocidos de la banda.
Los que me conocéis os extrañareis de que estas
palabras salgan de mi boca pero a mi modo de ver fue un error que se cargó
el concierto pero no porque ya no tocaran temas del nuevo disco (que eso no
era importante, ni mucho menos) sino porque la actitud del Molina cambió
radicalmente para pasar a tocar por obligación y sin disfrutar realmente
de unos temas mágicos pero que estaba interpretando sólo y exclusivamente
para que la gente cantara y bailara.
Esta “segunda parte” del concierto empezó
con una intensa, heavy y siempre arrolladora “Manicomio”, seguida
de “Mas duro que nunca” que creo no equivocarme al calificarla cómo
el mejor tema del concierto por actitud, respuesta de la gente, intensidad y
la propia impronta única de este tema perteneciente a “Fuego”
de 1983.
Tras ella sonaron los temas más conocidos de Ñu
de toda la vida cómo la especial “No hay ningún loco”
(quizás el tema preferido por la gente en directo), una más bailona
y vacilona “La granja del loco”, la preciosa “Tocaba correr”
(posiblemente mi tema favorito de Ñu y que sí disfruté
muy intensamente) con Molina tocando la acústica y todo el mundo cantando
la letra nostálgica e inolvidable de este tema tan mágico, las
más pesadas por necesariamente inevitables cómo son “El
tren” y “El flautista” (imprescindibles en directo para mucha
gente que no sabe que la flauta y el baile es sólo una parte pequeña
de la magia de Ñu), el sólo de flauta y homenaje a Deep Purple
y Jethro Tull “recopilado” en “De fiesta”, o la preciosa
“Ella” que puso un gran colofón a una segunda parte del concierto
en el que todo el mundo disfrutó pero que fue muy poco para que, después
de dos años, todos quedáramos satisfechos.
Tras un breve parón, volvieron para rematar el concierto
de modo más tranquilo con un José Carlos sentado al teclado para
interpretar “Una copa por un viejo amigo” (esta vez con dedicatoria
para Pepe Risi, inolvidable guitarrista de Burning y amigo personal de Legazpi
del propio Molina) y una breve interpretación de “La galería”,
uno de los temas más intimistas de Ñu que aparecía en “A
golpe de látigo”, segundo disco de la banda allá por 1980.
Tras esto, (es decir, poco más de hora y media) y un gesto del Molina
a la banda a modo de “esto se ha acabado por hoy”, efectivamente
finalizó el concierto de un modo bastante frío que dejó
a todo el mundo con un sabor agridulce y sobre todo con ganas de mucho más.
Después de leer la crónica algunos pensareis,
¿no estuvo tan mal, no?. No lo estuvo pero el problema es que después
de dos años sin tocar por Madrid, el potencial de la banda y los temas
y la historia que Ñu tiene a sus espaldas, lo que nos ofreció
el señor Molina en esta ocasión es un bagaje muy limitado para
darle una puntuación positiva al concierto.
El problema no es que tocaran 10 temas al principio del último
disco, que se olvidaran por completo de discos geniales cómo “Dos
años de destierro”, “La danza de las mil tierras”,
“Cuentos de ayer y de hoy” o los últimos “Cuatro Gatos”
(incluso Molina se permitió decir que no nos preocupáramos porque
no iban a tocar nada de este disco, sabiendo de buena fe que es uno de sus discos
favoritos de Ñu pero presuponiendo que a la gente no le gusta o no lo
acepta en directo… no entendí ese detalle, José) o “Réquiem”
(sigo pensando que “Hada” es posiblemente el mejor tema que ha compuesto
Molina y quedaría “niquelado” en el repertorio de la banda),
que no estuviera Jorge Calvo o que el concierto fuera algo corto a mi modo de
ver.
El fallo grave estuvo en que fue un concierto atípico
al principio y totalmente típico al final con lo que creo que no acertó
ni de un modo ni de otro. Además, después de haber visto a Ñu
muchas veces ya, me dio la impresión de ver a un José Carlos falso
en directo, sin chispa y con el ingenio tapado por un imaginario bozal, y sobre
sin ganas de tocar realmente y cumpliendo sólo con una obligación
laboral o algo por el estilo.
Ñu siempre ha sido una banda tan especial por lo imprevisible
de Jose Carlos, por la sinceridad y lo auténtico de una actitud, por
la personalidad arrolladora en directo mezclada por una sencillez y cercanía
que haga que ese sentimiento se vea cómo real, y por una intensidad musical
que muy pocos han sabido transmitir. Esta vez no vi prácticamente nada
de aquello y por eso no puedo calificar el concierto de bueno. Para los que
se conformen con pasar un buen rato bailando y canturreando al ritmo de las
más conocidas coplillas de Ñu, perfecto, examen aprobado, para
el resto creo que no se nos escapa que hay un problema grave en la banda o en
el propio Molina que cómo siga tan desganado y peleado con lo que siempre
fue el espíritu de Ñu ya puede empezar a preparar antologías
y grandes éxitos antes que seguir adelante con una banda con 30 años
de historia y magia cómo legado.
Tras la reflexión personal e inevitablemente algo melancólica,
vuelvo a la realidad para resumir el concierto en pocas palabras: irregular,
intenso por momentos y aburrido en ocasiones, repertorio descompensado, ausencia
de temas importantes y repetición excesiva de otros demasiado típicos,
genialidad de Manolo Arias (que nos deleitó incluso con sus poses más
hardroqueras en escena dando una nota de color aparte de la musical que sinceramente
le agradezco), desidia y pocas ganas de José Carlos Molina (aparte de
la genialidad innata que nunca le abandonará incluso en sus discursos
más amargos y pesimistas, eso es inevitable) y buen trabajo y actitud
de Bumper y Gorka.
En definitiva, buen concierto si nos remitimos a la interpretación
más objetiva pero sinceramente, creo que vimos una versión bastante
insulsa de lo que siempre fue Ñu en directo. No me gustaría decir
que la banda está herida de muerte pero algo falla y lo peor es que no
se si José Carlos se esfuerza realmente en arreglarlo. No hay ningún
loco, sólo es leyenda, todo lo cuentan en la taberna… lástima
de locura perdida.
Texto: David Esquitino – www.rafabasa.com (david_esquitino@rafabasa.com)
“Corsarios del metal”, martes de 0:30 a 1:30 en Radio Enlace (107.5
fm)
para el norte de Madrid y www.radioenlace.org para el resto de España.
Fotos: Rafa Basa y Estrella
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