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METALLICA – Estadio La Peineta de Madrid

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Estadio de La Peineta – Madrid – Domingo 22 de Junio

«PORQUE NOSOTROS SOMOS METALLICA»

(O METALLICA PARA RATO)

Uno de los días más largos de mi vida, y más
calurosos. Así se podría escribir en pocas líneas la
sensación que sentí el domingo 22 de Junio en La Peineta.

Llegué al recinto a eso de las tres y media para realizar
una entrevista (que pronto estará colgada en la web, supongo) a Peter
Iwers, bajista de In Flames. Después de media hora
de entretenida conversación, me marché a retomar fuerzas, sobre
todo líquidas, porque el calor que se esperaba en La Peineta no fue
normal.

A las seis menos cuarto todavía estaba haciendo cola
en la taquilla «Z», lugar para recoger mi acreditación
y, a parte de poder comprobar la desastrosa organización, pude pulsar
en el ambiente algo bastante más positivo: la cantidad de gente que
estaba allí reunida para ver a Metallica. Quedé
gratamente sorprendido ya que, después del último disco y del
abusivo precio de las entradas, realmente creí que la asistencia al
evento iba a ser mucho menor. Y eso que, al final lo fue, porque muchos acérrimos
a Linkin Park estaban en la cola de devolución de dinero, ya que sus
ídolos habían sido sustituidos por In Flames (pobrecillos).

Gracias al retraso en la taquilla, pude evitar el trago de
ver media actuación del primer grupo de la tarde, Plastic Circus.¿Alguien
me puede decir de dónde han salido estos tipos?

Música aburrida y pseudo metalera, un cantante que
no cantaba y, en resumen, una puesta en escena vergonzosa que la gente recriminó
con cariñosos adjetivos. Me parece repugnante que, con la cantidad
de grupos de calidad que hay en este país partiéndose la cara
por tocar en la barra de un bar, se de a estos ineptos la oportunidad de telonear
a un grupo como Metallica. No sé que intereses había
detrás de que este grupo actuase, pero fue algo aburrido y vergonzoso.

Llegó el momento más tedioso en un festival,
el que nunca puede faltar: el interminable cambio de batería. No importaba
mucho al publico, bastante animado y sonriente ante los «vaciles»
de gente que nos tiraba agua para refrescarnos un poco y el acompañamiento
de gritos a los golpes del probador de batería de In Flames,
que se partía de risa, sorprendido por la complicidad de la gente.

De forma puntual, a las siete y media, In Flames
comenzaron su actuación. Las primeras notas de «Cloud Connected»
nos hacían presagiar un gran concierto que se centraría especialmente
en mostrarnos en directo algunos de los temas de «Reroute to Remain».

El grupo salió a matar, aunque se les vio al principio
un poco desconcertados con el calor. Creo que les mermó mucho, sobre
todo a Anders, el cantante, que resoplaba entre canción y canción,
mirando al cielo como diciendo «Joder, ni una puta nube que tape el
sol». Por cierto, hubo dos detalles que no me gustaron mucho, pero que
no desmereció para nada la intensidad de la actuación y las
ganas de agradar a la gente que desbordaba el grupo. Primero, creo que quedo
claro que estos grupos tan sobreproducidos luego son incapaces de lograr ese
sonido tan brutal en el escenario (otro ejemplo es Dimmu Borgir). Sonaron
fuertes y compactos, sí, pero el conjunto de sonido no tenía
esa gravedad, ese cuerpo que, en el disco, te hace casi masticar los temas.
Y lo segundo es que, Anders es un cantante inteligente y técnico, que
sabe medir sus tiempos en el escenario, pero le pasa un poco igual que a la
música: no es capaz de gruñir tan fuerte como en el disco.

De todos modos, la descarga de In Flames
fue muy buena y técnicamente perfecta. A «Cloud» le siguió
«Clayman», un tema nuevo de su último EP «Watch them
feed» , temas de casi todos sus discos, entre los que se incluyeron,
como digo, bastantes de su última obra, porque no faltaron «Drifter»,
«Trigger», «Sistem» y, en fin, la mayoría de
los temas que han hecho de esta banda una de los grupos más venerados
dentro del panorama de Death Metal Melódico.

Después de la fantástica lección de
luchar contra los elementos (los cuarenta grados a la sobre que reinaban en
el recinto) llegó la hora de Stonesour, el grupo del
cantante de Slipknot. No puedo hablar mucho del material sonoro, ya que desconozco
ciertamente el disco que venían a presentar, pero, por lo que escuché,
Stonesour son como una especie de Slipknot maduros, sin máscaras,
monos, ni chorradas. Música dura muy bien ejecutada y liderada a la
perfección por la rota voz de Corey Taylor que, sin duda, y, pese a
quien pese, probablemente se encuentre más a gusto en esta banda que
con los propios Slipknot. Ese sonido maduro es lo que permite a Taylor experimentar
con voces limpias, trabajar con temas lentos. De hecho, al final del concierto,
salió a cantar un tema acústico él solo con una guitarra.
Nos demostró lo buen cantante que es y, también, como se puede
destrozar una canción, ya que, cambió la letra y, en el estribillo
decía «huevos»….y no sé que más. Después
del tema dijo «No tengo ni puta idea de lo que significa, pero me encanta».
En resumen, un concierto correcto, dotado con bastante más sonido que
el que le dieron a In Flames. Una hora justa de concierto.
A las diez, se despidieron del público español.

Después de la actuación de Stonesour,
miré hacia las gradas y me asusté. Durante toda la tarde el
recinto había estado ocupado a menos de la mitad de su capacidad: un
tercio de las gradas y la mitad, más o menos, de la zona de césped.
Terminadas las actuaciones de apertura, auténticas riadas humanas comenzaron
a entrar al recinto por las distintas vías de acceso y aquello comenzó
incluso a ser agobiante. Es evidente que La Peineta no se llenó, pero
creo que tampoco es una exageración decir que, probablemente sí
reunieran a treinta o treinta y cinco mil personas. Además, la cosa
tomó pinta más de evento que de típico concierto, ya
que fueron muchos los autocares que trajeron a gente de otras regiones, e
incluso países, que pasé la cola «Z» hablando con
una chica de Portugal.

La noche empezaba a cernirse y, milagro, se sentía
en el ambiente un poco de brisa que aminoró, de forma mínima,
el insoportable calor que hizo durante toda la tarde.

Metallica tenía que salir a las diez
y media, y todo estaba listo a esta hora, menos ellos. Salieron a las once
en punto y lo que hicimos mientras tanto fue examinar el escenario. Hay una
cosa clara, parece que Metallica quieren volver a lo básico
en cuanto a sonido y puesta en escena. Se le quedó cara de tonto a
más de uno al contemplar que, por el precio de la entrada, lo visual
no iba a ser mucho. Unas grandes telas con la calavera típica de Metallica
presidían el fondo. Dos bloques de amplificadores realizaban un juego
de luces curioso con los tonos azules y violetas que serían típicos
durante la noche. Para mí, el escenario fue insuficiente, pero bueno.

A las once, minuto más, minuto menos, comenzó
a sonar «The Ecstasy Of Gold» el tema de Morricone para «El
bueno, el feo y el malo», el tema con el que llevan abriendo sus shows
desde hace muchos años. Acaba y, primer disparo: «Fight fire
with fire» y la gente, todos, como locos. Los de San Francisco empezaron
fuerte y, siguieron fuerte.

Tan sólo dos detalles que continuaron durante todo
el concierto y que percibimos algunos de los que estábamos allí.
Primero, o yo estoy muy sordo, que todo puede ser, o la batería y el
bajo estaban tremendamente altos y las guitarras desaparecidas. Segundo, la
voz de Hetfield estaba en coma. Supo cantar correcto, pero demasiado limpio,
como con miedo de forzar sus cuerdas vocales con sus típicos gruñidos.
Con el bombo letal de Ulrich en los oídos, fueron cayendo los temas
más cañeros de sus discos (aunque faltaron algunos, claro, que
no se puede agradar a todos). Después de Fight…siguieron «The
Four Horsemen», «Seek And Destroy», «Ride The Lighting»
y, por fin, un respiro con «Fade To Black». En este punto y, carencias
a parte, todos estábamos un poco sorprendidos de que estos «cuarentones»
nos estuvieran dando tal dosis de caña y velocidad. Yo esperaba temas
fuertes, pero no un set basado en temas tan rápidos, porque Ulrich
ya no es un quinceañero.

Con el público completamente entregado (al menos en
mi zona, que luego me tachan de exagerado) Metallica siguió
recordándonos que aún son un icono vivo del metal. Hicieron
un amago de bajar la intensidad con la única referencia a Load que
se hizo en la noche. Tocaron «Fuel» y fue brutal, además,
nos «tostaron» un poco más con una serie de cortinas de
fuego en este tema. Resultó que el escenario comenzó a ser un
poco más funcional de lo que podría parecer en un principio,
pero sigo opinando que fue insuficiente. Metallica continuó,
y perdonen si el orden no es estricto, con «Creeping Death» «Blackened»,
«Nothing else Matters», «Harverest of Sorrow», «Sad
But Truth», «Damage Inc», «Master Of Puppets»
«Battery» y «Enter Sandman» para cerrar.

Espero no haberme dejado muchas en el tintero. Sí,
sí, seguro que faltan dos. No se me olvidan. Aunque pudiera parecer
imposible por la tipología del set, no podemos olvidar que Metalllica
venían a semi-presentar «St. Anger». De este disco tan
controvertido, y que parece haber cautivado a la mayoría de los que
se encontraban allí, cayeron, primero «Frantic» y, después,
«St. Anger». Sólo dos temas, lo que, para mí, fue
un alivio, aunque debo reconocer que, en directo, sonaron demoledores, sobre
todo los riffs de «Frantic». Gran diferencia respecto al de la
basura de sonido que han elegido para grabar su nuevo álbum. Y, entre
todo ello, comentarios de Hetfield en castellano y la presentación
completa de la banda con ovación para Trujillo incluida. Mucho fuego,
petardazos y algunos fuegos artificiales.

Me gustó mucho un detalle no relacionado con lo musical
y fue que, al menos en el escenario, Metallica parecieron
recobrar un poco la modestia con el público, ese tratar de igual a
igual a los que están mirando ahí debajo. Se les veía
a gusto tocando, tocando como dijo Hetfield mil veces «para nosotros».
Repito, no sé si seguirán siendo unos repelentes fuera del escenario
pero, al menos, en este concierto no llevaban esa aureola de «divos»
del rock que les acompañó durante la presentación de
Load y Reload.

Dos horas justas de concierto y el cabreo de la gente por
la negativa final del grupo a tocar «One».

Para finalizar me gustaría acabar con dos reflexiones
con las que muchos no estarán de acuerdo y por lo que muchos, supongo,
perderán el tiempo en despellejarme. Creo que, gustos a parte, se pudieron
comprobar dos cosas en este concierto: que los grupos que han sido grandes
siempre siguen manteniendo parte de esa grandeza a no ser que ocurra alguna
desgracia. Segundo que, gustos a parte, tenemos Metallica
para rato.

Javier Paredes Osuna.

Fotos: www.metallica.com

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