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BLACK LABEL SOCIETY – The blessed hellride

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Tras un buen disco cómo fue su «1919 Eternal»
del año pasado, aquí tenemos el retorno discográfico de
Zakk Wylde, el eterno guitarrista y mano derecha del loco Ozzy
desde «No rest for the wicked» del 88. «The blessed hellride»
es ya el séptimo disco en solitario del rubio guitarrista (quinto si
no contamos el primer proyecto en solitario que fue «Pride and glory»
y el disco del 96 firmado con su propio nombre y nos ceñimos sólo
a Black Label Society) y, cómo suele ser habitual, es
el propio Zakk el que compone todos los temas, canta y toca
casi todos los instrumentos contenidos en el disco (menos la batería
en la que vuelve a participar Craig Nunenmacher) diseña el concepto del
mismo, produce el álbum, … En definitiva, deja bien claro quien es
el que lleva las riendas dentro de este proyecto y se preocupa de que nadie
enturbie las ideas que quiere expresar fuera de las garras del loco Ozzy…
¿y cuales son estas ideas o características que defiende Zakk
Wylde
a través de Black Label Society?. Pues
básicamente un rock n´roll directo, sucio y guitarrero basado en
las raíces setenteras propias de Motorhead, Kyuss y sobre todo Black
Sabbath (a los que siempre y sin ningún pudor ha situado Zakk Wylde cómo
su máxima influencia musical) pero cada vez más adaptado a los
tiempos actuales en los que la fuerza y fiereza ya no significan necesariamente
individualidad y rebeldía.

Digo esto porque oyendo el disco me da la impresión
de que, al igual que le pasa a «su maestro», se está dejando
influenciar cada vez más por las tendencias que son protagonistas en
Estados Unidos lo que hace que el disco sea cada vez más metal y menos
heavy (sabéis a lo que me refiero, ¿no?). De todas formas, no
empañemos la labor y el trabajo del prolífico guitarrista ya que
el álbum no adolece de talento, calidad compositiva e interpretativa,
variedad musical y personalidad. Simplemente ahora el guiño musical del
guitarrista no se dirige exclusivamente a sus ídolos comandados por los
riffs de Tony Iommy, y se acerca (peligrosamente o no, eso ya es opinión
de cada uno) a las tendencias que toman cada vez más protagonismo en
su país.

Pero no nos desviemos del tema que esto es una crítica
de un disco y no un debate sobre los distintos estilos dentro del heavy. En
«The blessed hellride» predominan los riffs potentes de la guitarra
de Zakk y los aullidos semiguturales que dan fe de la rabia
y potencia que caracteriza la música de este singular guitarrista. Así
encontramos sonido stoner, ramalazos numetaleros, constantes guiños a
su trabajo con Ozzy en muchos de los temas, toques clásicos,… pero
sobre todo homenaje al ritmo pesado, relativamente lento y los riffs potentes
que sentaron cátedra en el rock y en el heavy a manos de Iommy, Ward,
Buttler y sobre todo Osbourne.

Todo esto hace que sea un disco difícil de digerir en
una primera escucha ya que los ritmos lentos mezclados con ciertos sonidos excesivamente
actuales y todo ello junto con la voz pausada y grave de Zakk
hace que no nos fijemos en los interesante matices que tiene el disco ni que
nos quedemos con la potencia y calidad que emanan de canciones cómo «Stoned
and drunk» o «Doomsday Jesus». A parte de estos me han gustado
la 100% Sabbath «Suffering overdue» (que tiene un fantástico
sólo marca de la casa al final del tema muy interesante), la más
roquera «Destruction overdrive», un medio tiempo atípico
cómo es «Blackened waters», la pegadiza «Stillborn»
(tema en el que colabora el propio Ozzy aportando su característica voz)
y «Dead meadow» que cierra el disco a modo de una balada muy intimista
que es difícil de situar en un disco de Black Label Society.
Un gran cierre muy alejado del tono del resto del disco que mezcla sentimiento,
fuerza y un sonido a caballo entre el rock y el blues.

Aparte de los temas en sí y olvidándonos por
un momento del cariz meramente musical de este trabajo, hay que destacar tanto
la portada cómo el trabajo gráfico del libreto. En él encontramos
una serie de dibujos alusivos a aquello de lo que habla cada canción
(todo ello realizado de un modo sencillo pero tremendamente directo, efectivo
y significativo de lo que contiene el disco). También es destacable el
detalle final, que se incluye tanto en la última página del libreto
cómo en la contraportada, que hace referencia a los principios y valores
que guían a Zakk en esto de la música: «Forever,
strength, merciless and determination» (lo pongo en inglés porque
suena más convincente, ¿verdad?).

De todos modos, y ya para terminar, lo más interesante
de este último álbum del rubio guitarrista siguen siendo las explosiones
guitarreras de Zakk y los momentos en los que se olvida del
stoner más moderno y se pone la máscara clásica para interpretar
su música. Buen disco en la onda de calidad que llevan por bandera el
resto de discos de Black Label Society aunque posiblemente
no te cale a la primera escucha. Dale otra oportunidad y verás cómo
a la segunda o tercera comienzas a disfrutar de la variedad, fiereza y calidad
del trabajo del señor Zakk Wylde fuera de las garras
de su maestro. Esto no es «No rest for the wicked» ni «No
more tears», por supuesto, pero escucharlo sin prejuicios y descubriréis
lo interesante de la faceta de Zakk Wylde fuera de su principal
labor (y esta es una opinión personal) que es «cuidar» del
viejo Ozzy y seguir aportando con su fuerza y genialidad algo de alma a la cada
vez más decrépita carrera del otrora «príncipe de
las tinieblas».

David Esquitino (esqui21@eresmas.com)

 

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